(Narrado por Viatrix)
La mañana comenzó con ese peso helado que se queda en el pecho, cuando algo en tu vida se ha movido fuera de lugar, y tú todavía estás fingiendo que puedes volver a ponerlo donde estaba. Me miré al espejo antes de salir y traté de borrar de mis ojos el resto del miedo que no me había dejado dormir. El mensaje, la mirada de Gael, la sospecha permanente de que alguien me observaba incluso antes de que yo lo supiera… todo seguía allí, agazapado bajo mi piel. Pero necesitaba aparentar normalidad, que mis manos no temblaran y que mis hombros no se tensaran como si esperara ser golpeada por la espalda. Caminé hacia el café repitiendo una única frase: que nadie lo note. Aunque yo misma supiera que era mentira.
Apenas entré, el olor a café recién molido y pan tostado me envolvió, cálido, familiar, casi reconfortante. Me puse el delantal como un blindaje improvisado y empecé a preparar mesas, intentando recuperar el ritmo rutinario que tanto necesitaba. Cada movimiento l