Isabella
Me dijeron que fue Giulia. Me lo dijo Luca, con los ojos bajos y la voz tan suave como una caricia. Como si pronunciar su nombre con dureza fuera a romperme más rápido. Qué tierno. Qué inútil.
No lloré.
No frente a él.
No frente a nadie.
Porque las reinas no lloran por traiciones. Las reinas ajustan coronas con los dientes apretados y convierten el dolor en pólvora.
Eso me repetí. Una y otra vez. Incluso cuando mis piernas temblaban bajo la mesa del estudio. Incluso cuando sentí que el pecho se me partía c