Amelia Gutiérrez, una hermosa joven sin recursos, se muda a Boston en busca de un futuro mejor y así ayudar a su tía a salir de prisión. Desesperada por su situación, acepta convertirse en madre subrogada para Noah Koch, un adinerado empresario que ha perdido recientemente a su esposa. A través de una inseminación artificial, Amelia queda embarazada de trillizos, y la convivencia diaria con Noah hace que ambos se enamoren. Sin embargo, un malentendido lleva a Amelia a creer que Noah solo está jugando con ella, y decide huir con sus bebés en camino. Noah, quien había jurado no volver a amar tras la muerte de su esposa, se da cuenta de que sus sentimientos por Amelia son genuinos y luchará por demostrarle que su amor es sincero. ¿Podrá Noah romper las barreras del pasado y convencer a Amelia de que su amor es un faro en la oscuridad? ¿O el destino los separará para siempre, dejando a sus corazones rotos y a sus hijos sin un hogar?
Leer más—¡¿Se puede saber qué demonios haces trabajando aquí, Amelia?! —bramó Noah, cuya furia era palpable en el tono de su voz.Amelia sintió un escalofrío recorrer su espalda; conocía muy bien el temperamento irascible de Noah, sus repentinos estallidos que podían ser tan intensos como una tormenta.Sin embargo, a pesar del temor que le invadió, una chispa de rebeldía se encendió en su interior. Lo miró a los ojos desafiándolo:—Soy dueña de mi vida, señor, y tengo la libertad de hacer lo que me plazca. Y ya que no quiere que trabaje en su casa, pues he buscado otro empleo. ¿Cuál es el problema?—¡¿Cuál es el problema?! —repitió Noah con incredulidad, oscureciendo aún más su mirada—. Tenemos un trato, Amelia, un trato que al parecer te cuesta recordar. Hazme el favor de recoger tus cosas y ven conmigo ahora mismo.—No lo haré —replicó Amelia con firmeza, su voz temblaba ligeramente, pero su postura se mantenía erguida—. ¿Cómo diablos me ha encontrado? ¿Me ha estado siguiendo?—Eso es lo de
Amelia, que necesitaba urgentemente un nuevo empleo y que además quería alejarse de la insistente presencia de su tía, encontró una oportunidad inesperada en el restaurante de Enzo Lamar.Aún con la incertidumbre rondándole la cabeza sobre el reciente procedimiento de inseminación, del cual no esperaba resultados inmediatos, Amelia se presentó a la entrevista y, para sorpresa de ambos, Enzo la contrató sin dudarlo, quedando inmediatamente impresionado por su aplomo y disposición.Lo que sucedió al día siguiente superó todas las expectativas: Amelia se desenvolvió en el bullicioso ambiente del restaurante con una soltura asombrosa, como si realmente hubiera trabajado allí.Su capacidad para memorizar los intrincados menús y tomar los pedidos con una eficiencia y gracia innatas maravilló a Enzo y encantó a los comensales, quienes se sintieron instantáneamente cómodos y bien atendidos por su calidez y profesionalismo.En tan solo un día, Amelia no solo demostró ser una valiosa incorporac
Al día siguiente, Erika, que acaba de llegar a Boston, se encuentra con Amelia, quien le describe con entusiasmo la ciudad y su nueva vida. Sin embargo, la alegría de Amelia se ve ensombrecida por la tristeza que le produce el trato de su jefe, lo que genera una expresión de preocupación en el rostro de Erika.—Ahora sí me vas a decir qué te sucede. Me tienes muy preocupada, en serio. ¡Habla ya, por favor!—Es muy difícil de explicar, Erika. Te lo diré, te lo prometo, pero ahora no puedo.—¿No puedes ahora? Amelia, me estás poniendo nerviosa. ¿Qué es tan grave que ni siquiera puedes hablar de ello?—Por favor, confía en mí. No es algo que pueda explicar así como así. Necesito tiempo para procesarlo y encontrar las palabras adecuadas.—Está bien, Amelia. Pero no tardes mucho, por favor. Necesito saber que estás bien.—Lo sé, Erika. Gracias por preocuparte. Te prometo que te lo contaré todo pronto.Pocos minutos después, Amelia y Davis se dirigieron a la clínica de fertilidad. Noah, lle
Aunque Amelia lo había aceptado por necesidad, Noah sentía un pinchazo de duda, como si ella aún se resistiera a lo que estaban a punto de hacer. Para liberar la tensión acumulada durante el día, se refugió en el baño, donde el agua caliente y las burbujas prometían aliviar su mente.Mientras se sumergía en la bañera, no podía evitar pensar en Amelia, en su mirada cautivadora y en su figura esbelta.Le asaltó una extraña sonrisa, una mezcla de anticipación y satisfacción. Sus deseos estaban a punto de hacerse realidad y, por alguna razón, esa idea lo complacía enormemente.Desde la trágica pérdida de su esposa, Noah se había encerrado en un caparazón de indiferencia, dejando que la ira y la antipatía se convirtieran en sus únicos compañeros.Pocas personas lograban siquiera rozar su coraza emocional, pero la llegada de Amelia lo había sacudido hasta lo más profundo. Su mera presencia desataba en él una tormenta de sensaciones que creía haber enterrado para siempre.«Puede ser pequeña,
Amelia se detuvo frente al restaurante y no pudo evitar poner los ojos como platos. La fachada de mármol blanco brillaba bajo el sol, y las puertas de cristal reflejaban el elegante bullicio del interior. Nunca había visto un lugar así, tan lleno de luces centelleantes, manteles largos en las mesas y gente vestida con trajes impecables. Se sentía como si hubiera entrado en una película, un mundo donde los sueños se hacían realidad y la opulencia no conocía límites.—Guau, creo que no voy vestida para entrar en un lugar así —murmuró Amelia, sintiéndose diminuta bajo la mirada de los elegantes comensales.Noah la observó con seriedad, manteniendo una distancia prudente.—No te preocupes —dijo con voz firme—, nos sentaremos en una zona privada para que no te sientas tan expuesta.Amelia tragó saliva, abrumada por la opulencia que la rodeaba.—Está bien —respondió con un hilo de voz, sintiéndose fuera de lugar. Se sentó frente a Noah y, con la mirada directa, rompió el silencio que los ro
—No puedo creer que esto me esté pasando —dice Amelia desconcertada.—¿Qué es lo que no puedes creer, Amelia? —le dice Noah mirándola con seriedad.—Todo, señor. Simplemente todo. Es como si mi vida se hubiera puesto patas arriba en un instante.—No seas dramática, Amelia. Solo tienes que gestar mis embriones, no es mucho trabajo y, de paso, te pagaré muy bien —le dice Noah con soberbia.La pobre Amelia pone los ojos en blanco ante la arrogancia de su jefe.—¡No puedo creer lo que estoy oyendo! Esto es una locura, señor. ¡No soy una incubadora!—Vamos, Amelia, no seas exagerada. Es una gran oportunidad para ti. Piensa en el dinero y también saqué a tu tía de la cárcel, por si se te olvida, ya me debes un favor.—Lo sé, pero no se trata del dinero. Se trata de mi cuerpo. No me puede alquilar como si fuera una máquina.—No lo veas así. Es un favor mutuo. Yo te doy una buena suma y tú me das un hijo. Todos ganamos.—No todos ganamos. Usted gana, señor. Yo pierdo mi dignidad y el control
La frustración de Noah alcanzó su punto álgido. Golpeó el escritorio con furia, incapaz de comprender la negativa de Amelia. ¿Cómo era posible rechazar una oportunidad tan necesaria? La lógica se desvaneció ante la incredulidad, dejando solo un eco de ira y desconcierto.Amelia se detuvo frente al imponente edificio empresarial y recorrió con la mirada su fachada de cristal. De repente, el sonido agudo de su teléfono rompió el silencio y la devolvió a la realidad en medio de ese repiqueteo.—¿Erika? ¿Qué pasa?—Amelia, tengo noticias terribles. Se han llevado a tu tía. Está en el reclusorio femenino de Laredo.—¿Qué? ¿Por qué tan pronto?—No lo sé, no exactamente. Te llamé en cuanto me enteré. Lo siento mucho, amiga.La noticia fue como un maremoto que arrastró toda su esperanza. La imagen de su tía, una mujer de más de cincuenta años que la había criado con amor, encerrada en una prisión, la dejó paralizada. Se sintió culpable por su inacción, por no poder hacer nada para aliviar su
La mañana se cernía sobre la mansión con un aire opresivo que reflejaba el estado de ánimo de Amelia. El recuerdo de su tía entre rejas la había despertado con un nudo en el estómago, una angustia que parecía no tener fin.A pesar de la pesadez que sentía en el corazón, se levantó con determinación en busca de refugio en la rutina de sus tareas domésticas. El agua fría en su rostro no lograba disipar la sensación de vacío, pero al menos le proporcionaba un breve respiro.Justo cuando intentaba ordenar sus pensamientos, se oyó abrir la puerta. Era Davis, el imponente guardia de seguridad de su jefe, quien se plantó frente a ella.La presencia del hombre, con su mirada seria y su postura rígida, hizo que Amelia tragara saliva y se le helara la sangre en las venas.—¿Qué hace aquí, señor? —preguntó Amelia con desconfianza.Davis, con voz grave pero respetuosa, respondió:—Buenos días, señorita Amelia. Perdone la molestia. Tengo un mensaje del señor Noah Koch.—¿Un mensaje? ¿Qué tipo de m
Más tarde en el bar…—Noah, ¿de verdad eres feliz viviendo así?—Es lo que me tocó, Jack.—Eres joven y millonario, podrías volver a enamorarte. Sé que Sarah fue maravillosa, pero abre tu mente.—Deja de decir estupideces, Jack. He venido a tomar algo, no a que me dé sermones.—Lo siento, amigo. ¿Y encontraste a la mujer que te preste el vientre?—No, hoy he entrevistado a cinco y todas estaban locas. Conseguir un vientre para gestar a mi primogénito se ha vuelto una tarea titánica —suspiró Noah, frotándose la sien.Jack asintió con comprensión, aunque con un toque de ironía en la voz.—Ya veo, y eso que tienes todo el dinero del mundo y aun así no logras dar con la indicada. Debe de ser frustrante.Noah lo miró con el ceño fruncido, pero no respondió, consciente de que Jack tenía razón.—¿Y si adoptas? Cómo estás tan empecinado en ser padre.—Creo que a veces tu cerebro no te funciona. Para eso necesitas estar casado y, además, yo soy viudo. Jamás adoptaría, quiero un hijo de mi sang