9. Planes
Alexander frunció el ceño al instante.
—¿Todo bien aquí?
—Claro, señor Blake —intervino Ramírez con una risita torpe—. Solo le estaba enseñando a esta trabajadora algo que aún no domina. Ya sabe, las nuevas a veces se pierden. Pero no se preocupe, yo me encargo de que aprenda.
Alexander no quitó los ojos de encima de Lilia. Ella no dijo nada, pero su rostro decía mucho. Algo había pasado.
—Gracias, Ramírez. Yo me encargaré de lo que falte aquí —dijo Alexander con frialdad, sin quitarle la mirada.
Ramírez tragó saliva. Su sonrisa se tensó.
—Por supuesto. Como diga, jefe. Un placer como siempre.
Y con pasos torpes y una maldición ahogada entre dientes, se marchó, maldiciendo internamente por haber sido interrumpido justo en su "momento".
Cuando el sonido de sus pasos se perdió en el pasillo, Alexander cerró la puerta y se acercó lentamente a Lilia, que seguía clavada en el mismo sitio.
—¿Te hizo algo? —preguntó con tono grave, pero sereno.
Ella negó, pero su gesto la traicionaba.
—Lili