Lilia había bebido más de la cuenta. Intentaba ahogar su dolor en el alcohol, borrar la imagen imborrable de su prometido haciendo el amor con su mejor amiga...Cerca del amanecer, con el corazón destrozado y la rabia ardiente en el pecho, salió del bar en el que se encontraba bebiendo, tropezando con la helada madrugada de Nueva York. Caminaba sin rumbo, tambaleándose, con las mejillas húmedas y el alma hecha pedazos.Y entonces sucedió.Sin darse cuenta, chocó contra algo —o mejor dicho, alguien—. Un muro firme y cálido cubierto por una chaqueta de cuero negro, con un olor sutil entre tabaco y perfume, que a Lilia le pareció irresistible. Un cuerpo masculino. Unos brazos fuertes la sujetaron por los hombros antes de que cayera.—Oye, ten más cuidado —dijo una voz grave, profunda… sensual.Ella alzó el rostro, con la vista nublada por las lágrimas y el alcohol. Lo vio. No de forma muy clara, pero de algo si estaba segura.Era, sin lugar a dudas, el hombre más atractivo que había vis
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