10. Carajos, controlate!
Alexander estacionó el auto frente a un edificio discreto, pero claramente elegante. Tenía un letrero pequeño de bronce sobre la puerta: “Maison Du Café – Private Lounge”. Lilia lo observó con asombro mientras él descendía para abrirle la puerta.
—No quería que nos interrumpieran —le explicó con tranquilidad—. Este lugar tiene salas privadas. Es discreto y la comida es excelente.
Entraron a través de un vestíbulo silencioso, donde un anfitrión los saludó con una leve reverencia y los condujo por un pasillo de madera oscura hasta una pequeña sala reservada al fondo. Estaba decorada con buen gusto: sillones bajos, luz cálida, una mesa redonda y cortinas que amortiguaban el sonido exterior.
Una vez sentados, los meseros trajeron agua con limón, pan artesanal y una selección de pequeños platillos: ensalada tibia de higos, queso brie al horno, carpaccio con reducción de balsámico.
Lilia, sorprendida, intentó disimular su incomodidad.
—Gracias… de verdad, no era necesario —dijo bajito,