Marina Arteaga no solo había nacido con una mala condición, sino, que un cruel destino le esperaba. Cuando cumplido los dieciocho años, se casó con Sebastián Arteaga a quien amó desde siempre, pero él no la amaba, la odiaba por su condición, sobre todo, por haber evitado que se casara con el amor de su vida.
Ler maisMariana había tenido una vida extremadamente difícil durante los últimos años, un camino sembrado de sufrimiento y desesperación que parecía no tener fin. Todo comenzó cuando su abuela fue detenida por Sebastián. La anciana fue sometida a la más terrible de las humillaciones como castigo. Obligada a prostituirse en el pueblo contra su voluntad.Diariamente era obligada a posarse en la plazas con ropa interior inadecuada para su edad, dejando al descubierto su cuerpo gordo, guateado y lleno de celulitis, expuesta a las miradas de desprecio, burla y lástima de los transeúntes.Si por ventura lograba obtener un cliente, algo que ocurría muy raramente, podía comer ese día; de lo contrario, lo cual era lo más habitual, pasaba hambre, debilitándose cada día más, tanto física como emocionalmente, hasta convertirse en apenas una sombra de la mujer que alguna vez había sido.La anciana, con los ojos hundidos por el hambre y la desesperación, rogaba y suplicaba a los hombres que pasaban po
Marina limpió las lágrimas con la punta de sus dedos temblorosos, sintiendo cómo cada gota que se deslizaba por su rostro llevaba consigo fragmentos de su dignidad herida. El dolor que sentía en ese momento era tan profundo, tan desgarrador, que apenas podía respirar sin que su pecho se contrajera dolorosamente. Cada mirada acusatoria de la familia de Gael la atravesaba como dagas afiladas. Decidida a no seguir ahí, donde el aire mismo parecía estar envenenado con la desconfianza y el rechazo, recogió su cartera, metiendo apresuradamente sus pertenencias mientras evitaba hacer contacto visual con cualquiera de los presentes.Marina sabía que por más que explicara las cosas, por más que gritara su verdad hasta quedarse sin voz, esa familia, con sus aires de superioridad y sus sonrisas falsas, jamás reconocería que todo fue un plan orquestado por ellos para separarlos, una estratagema cruel diseñada para cortar de raíz un amor que consideraban inapropiado.La confirmación de sus t
El semestre terminó, y Sebastián junto a su esposa se fueron de viaje, por dos largos meses que prometían ser una experiencia transformadora para su matrimonio. El primer país que recorrieron fue su propio país, Colombia; subieron a un avión en el aeropuerto de Antioquia, que los llevó a su primer destino, cargados de ilusiones y expectativas por redescubrir juntos los paisajes que formaban parte de su identidad. Era un viaje necesario, casi terapéutico, después de las dificultades que habían enfrentado en los últimos tiempos. Aunque Stella invitó a su madre, ésta se negó a interferir en el viaje de aquella pareja recién reconciliada. Sabía que su hija y Sebastián necesitaban espacio para reforzar su reciente reconciliación. La madre de Stella, entendía perfectamente que su presencia, por muy bien intencionada que fuera, podría convertirse en un obstáculo para que la pareja reconstruyera su intimidad perdida. “Los matrimonios jóvenes necesitan tiempo a solas”, les había dicho
Ya entrada la noche, después de que los niños estuvieran profundamente dormidos en sus respectivas camas, Stella ingresó con pasos silenciosos a la habitación principal, para encontrar a un Sebastián ya bañado, refrescado y cómodamente acomodado entre las sábanas. A pesar del evidente agotamiento, una sonrisa cálida se dibujó en su rostro al verla entrar, como si su mera presencia fuera suficiente para aliviar su agotamiento. Había tenido un día extremadamente ajetreado en la oficina principal de la corporación Arteaga, repleto de reuniones consecutivas con inversionistas internacionales y llamadas interminables con clientes exigentes que parecían no comprender el concepto de horarios laborales razonables. Las tensiones financieras del último trimestre habían incrementado la presión sobre todos los ejecutivos, especialmente sobre él como presidente. Llegó tan exhausto y mentalmente drenado a casa, que lo único que su cuerpo le permitió fue ducharse bajo el agua caliente para r
La imagen de Sebastián con sus gemelos de cuatro meses en brazos, ambos recostada la cabecita en el hombro de su padre, fue como ver un lienzo maravilloso, el más hermoso de todo el universo, una obra perfecta que ningún artista podría jamás replicar con pincel o cámara. El contraste entre la fortaleza de sus brazos masculinos y la delicada fragilidad de aquellos pequeños seres era simplemente sobrecogedor. Los ojos de Stella, que se encontraba en la cama aún desnuda por la noche pasional que había tenido con Sebastián, esa reconciliación tan anhelada después de tantos meses de distancia y dolor, se llenaron de lágrimas cristalinas ante la magnitud de la emoción que se desató como un torrente incontenible en su interior, ante tal imagen preciosa que jamás podría borrarse de su memoria. La luz matutina que se filtraba por las cortinas bañaba la escena con un resplandor casi divino.Era maravillosamente hermoso, casi irreal, contemplar a Sebastián con sus dos hijos acunados contr
Se besaban con intensidad desmedida, hasta el punto de irritarse los labios, aun así continuaban besándose como dos sedientos de besos que habían esperado este momento durante interminables noches de añoranza. La pasión acumulada durante tantos meses de distancia se manifestaba ahora en cada contacto, en cada suspiro entrecortado que escapaba entre sus labios. El tiempo parecía haberse detenido completamente en aquella habitación donde solo existían ellos dos, envueltos en un abrazo que expresaba mucho más que cualquier palabra jamás pronunciada. La emoción del reencuentro se mezclaba con la intensidad de los sentimientos guardados durante tanto tiempo, creando una conexión casi tangible entre sus almas. En horcadas la tenía apegada a la pared, comiéndole la boca a besos frenéticos, mientras ella tiraba de los cabellos de él, y se presionaba desde las piernas alrededor de las caderas de Sebastián, buscando ese contacto profundo que tanto había añorado durante su separación.
Último capítulo