CAPÍTULO FINAL.
La iglesia estaba decorada de papel blanco y flores, que le daban un toque angelical. Sus sillones estaban abarrotados de personas, que se mantenían en silencio, escuchando la misa que el sacerdote daba.
Dos cabecitas pequeñas, eran humedecidas por agua, mientras sus padrinos los sostenían. Sebastián y Stella se miraron fijamente, y sonrieron ante el llanto de los hijos de Mayra, los cuales serían sus ahijados.
Tanto Sebastián como Stella, consolaron a los pequeños, mientras los padres de estos unían sus manos.
Anderson miró a su esposa, se acercó a su rostro y musitó muy cerca de este.
—Gracias por este regalo tan maravilloso. Por convertirme en padre, y hacerme tan feliz —Mayra lo besó suave, y suspiró.
—Son producto de nuestro amor, del amor que siempre nos tuvimos.
—Y siempre nos tendremos —susurró Anderson.
Mayra subió su mano por el rostro, hasta llegar a los cabellos, y sintió la cicatriz. Un milímetro más, y su esposo no habría sobrevivido a aquel ataque.
El día en que Pablo d