El sol apenas despuntaba cuando un grito desgarró la quietud de la casa y sacudió a todos como una descarga eléctrica. Serena fue la primera en aparecer en el pasillo, con el cabello revuelto, la camiseta torcida y los ojos encendidos por el susto.
—¡No están! —Exclamó Lianett, aferrada al teléfono con los nudillos blancos —¡Julieta y Kenji no están en ninguna parte! —Barak salió de su cuarto en camiseta y pantalón corto, aún medio dormido, pero con la expresión endurecida.
—¿Cómo que no están?
—Las habitaciones están vacías. —Dijo Serena, pálida, tratando de ordenar las ideas. —La cama de Julieta está deshecha, la puerta cerrada con seguro… y no hay rastro de Kenji tampoco. —Kai se asomó desde el marco de la puerta, con expresión de susto.
—¿Mi papá y Jul? Pero si ellos no se hablaban desde la cena fallida. —Barak le puso una mano en el hombro, tratando de transmitir calma.
—Tranquilo, vamos a encontrarlos. —Serena ya estaba en la laptop, tecleando frenéticamente.
—Esto huele a