La brisa del amanecer se colaba por las cortinas de lino blanco, dejando que la luz dorada bañara la habitación con una calma que parecía imposible de creer.
Julieta se removió entre las sábanas, sintiendo la piel cálida de Kenji pegada a la suya. El murmullo del mar llegaba a lo lejos, y por primera vez en mucho tiempo, todo estaba en paz.
Kenji la observaba en silencio, sus dedos recorriendo con ternura la línea de su cuello.
—¿Sabes? —Susurró con voz ronca. —A veces pienso que si despierto, todo esto desaparecerá. Que volveré a estar en aquella playa buscándote. —Julieta sonrió, medio dormida.
—Entonces no despiertes. —Murmuró con voz melosa, acariciándole la mejilla. —Quédate conmigo en este sueño. —Kenji rió suave, apoyando la frente contra la de ella.
—No sabes cuánto te amo, bruja.
—Sí lo sé. —Respondió ella, mirándolo con ternura. —Lo sé porque sobreviviste a todo para llegar aquí. Porque cada vez que cierro los ojos, sigo sintiendo tu voz prometiéndome que volveríamos a