Su corazón dio un salto al ver el rostro frente a ella.
Una oleada de calor la recorrió de pies a cabeza. Frente a ella, con los ojos abiertos como si el mundo se hubiera detenido, estaba Kenji.
Por un instante, el ruido de la ciudad desapareció. Las voces, los pasos, la música… todo se desvaneció, solo existía él.
Los ojos de Kenji, cargados de una emoción contenida, la miraban como si no pudiera creer que estaba viva.
Julieta sintió un vacío extraño en el pecho, una mezcla de vértigo y familiaridad, como si su alma reconociera algo que su mente había olvidado y que su hija se moviera tanto la descolocó más.
—Tú… —Susurró sin entender por qué le temblaba la voz. —Yo te…
—Bruja. —Murmuró Kenji, apenas respirando su apodo.
Esa palabra en sus labios sonó distinto, real, lleno de historia. Ella lo sintió vibrar en cada rincón de su cuerpo, como una llamada desde un pasado que se negaba a morir.
Pero la magia se rompió.
—¿Julieta? —La voz de Markus cortó el aire como una cuchilla.
Kenji g