Mundo ficciónIniciar sesiónVirginia Miranda, una joven huérfana y de corazón noble, comete el error de enamorarse perdidamente de Rodrigo De La O, un hombre sofisticado y elegante, pero con un alma despiadada. Virginia ignora que su amor es solo la pieza central de un plan macabro orquestado por Rodrigo y su esposa, Alma, quien padece cáncer y desea un hijo desesperadamente antes de morir. Tras dar a luz, Virginia es traicionada de la peor manera: su hija recién nacida es robada por Rodrigo y ella es arrojada brutalmente a un barranco para ser dada por muerta. Milagrosamente, Virginia sobrevive. Es rescatada y atendida por el noble médico, Dr. Diego Belati. Al despertar, solo la consume el deseo de recuperar a su hija. Para combatir el poder y la maldad de los De La O, Diego, conmovido por su historia, le propone un pacto: casarse con él. Ahora, bajo el brazo protector de la influyente familia Belati, Virginia regresa a la sociedad para reclamar lo que es suyo. Sin embargo, su camino está plagado de obstáculos: el rechazo de la madre de Diego, el deterioro de Alma que la vuelve más cruel y, finalmente, el asesinato del testigo clave por parte de sus enemigos. En medio de esta lucha por la justicia, el matrimonio de conveniencia entre Virginia y Diego se transforma en un amor inesperado y verdadero. ¿Podrá Virginia vencer a los monstruos que le robaron su vida, recuperar a su hija y permitirse amar de nuevo en medio de este juego cruel de venganza?
Leer másEn una elegante habitación de hotel, una mujer se entregaba sin condiciones, al hombre que ella pensaba que la amaba.
Virginia dejaba que las manos fuertes de Rodrigo De La O, un poderoso CEO dueño de un imperio hotelero, la tocaran sin limites. Ella gemia envuelta en la pasión que sentía, no le importaba si los demás residentes la escuchaban , ella solo estaba disfrutando a plenitud, el hacer amor con él. Rodrigo la pone en cuatro en el borde de la cama, y ella puede sentir como la destroza de placer, el golpeteo de las piernas de él, con los muslos de ellas, eran un sonido envolvente, que la hacía sentir mas y mas deseosa. Era algo sobrehumano, exquisito. No había nada mejor que estar con él. El clímax se disipó lentamente, dejando tras de sí un silencio denso, roto solo por las respiraciones agitadas. Rodrigo se retiró de Virginia, su rostro, normalmente una máscara de control inquebrantable, mostraba una extraña mezcla de triunfo y satisfacción. —¿Como puedes ser tan buena en la cama mi amor?_ Le pregunta él —Aún agitado, con la respiración todavía acelerada. —Me fascinas mi amor, eres el amor de mi vida, eres increíble_ Le responde ella. Él guarda silencio, no le responde absolutamente nada, solo se acomoda en la cama y cierra los ojos. Ella se posa en sus brazos, aun desnuda, aun mojada de él. Cierra los ojos y se queda dormida. El sol de la mañana se filtraba suavemente por las cortinas de seda, pintando la lujosa habitación con tonos dorados. Virginia despertó primero, sintiendo el peso de la cómoda manta y el calor del cuerpo de Rodrigo a su lado. Se giró para mirarlo, trazando con la punta de su dedo la línea de su mandíbula fuerte, todavía dormido. Una oleada de afecto y ternura la inundó. Era el hombre que amaba, el dueño de sus sueños y de su pasión. Se levantó con cuidado, envolviéndose en una de las suaves batas del hotel. Suspiró feliz. Levanta la bocina del teléfono y pide servicio a la habitación, un desayuno digno de la pasión que habían tenido la noche anterior. Virginia se pone una bata de seda que ponen a disposición de los huéspedes, y abre la puerta para recibir el desayuno. Mientras el aroma del café se esparcía, Virginia escuchó que Rodrigo se movía. Se dio la vuelta con una sonrisa radiante. -Buenos días, mi vida,-Susurró ella, acercándose con una taza en la mano. —¡Carajo! ¿Qué hora es?—Le pregunta él, bastante acelerado. Virginia se detuvo, la taza de café humeante a medio camino. La brusquedad en el tono de Rodrigo, la ausencia total de cariño en su voz, la golpeó como un cubo de agua fría. — Son las diez de la mañana, mi amor_Respondió ella, intentando mantener la sonrisa, aunque sentía que se le desdibujaba en los labios —Pedí el desayuno. Pensé que podríamos... Rodrigo se incorporó en la cama, sentándose sobre sus muslos. Su cabello castaño oscuro estaba revuelto, y su rostro, aunque atractivo, mostraba una impaciencia afilada que Virginia nunca había visto dirigida a ella de esa manera después de una noche juntos. - No, no me puedo quedar, tengo que irme Virgilia. La sonrisa de ella desapareció por completo. Se quedó petrificada en medio de la habitación, el aroma a café y bollería francesa volviéndose repentinamente agrio. _¿Qué dices, Rodrigo?_ preguntó en un susurro, sintiendo un nudo frío formándose en su estómago. -Si, mi amor escucha, estuvo increíble como siempre, pero tengo compromisos mi amor, tengo que irme, lo siento_ Toma, este dinero es para que te vayas de compras _ Dice Rodrigo _ Sacando de su billetera una fuerte cantidad de dinero. Con una mano firme, le arrojó el fajo de billetes sobre la cama. Los billetes cayeron sin gracia, una bofetada silenciosa en el rostro de la ilusión de Virginia. Ella bajó la taza de café a la mesa auxiliar, sus manos temblaban ligeramente. No tomó el dinero. No podía creer lo que estaba viendo. Se sentía como si toda la sangre se hubiera drenado de su cuerpo, dejándola fría y hueca. — ¿Dinero? —Su voz era apenas un hilo, cargada de una incredulidad dolorosa_¿Me estás pagando, Rodrigo?. — No es eso, por favor no seas dramática mi amor, es solo un detalle por no poder quedarme a desayunar nada mas. —Pero es que.... — Es que nada, se bonita y vete de compras, ve con tu amiga esa, ¿Como se llama? ¡Ah si! Liliana. Rodrigo se vistió rápidamente, y después de darle un beso frío en la mejilla, sale de la habitación. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en la lujosa habitación, un eco final que sellaba no solo la salida de Rodrigo, sino también la destrucción de una ilusión. Virginia se quedó de pie, mirando el lugar donde él había estado. El fajo de billetes sobre el edredón de seda era una mancha obscena, un testimonio tangible de la cruda realidad que acababa de asestarle un golpe brutal. No eran un regalo, eran un pago. No era un amante con compromisos, era un cliente que se retiraba. O al menos así se sentía ella. Virginia recoge su ropa y se viste sin prisas, mientras se miraba frente al espejo, voltea hacia la cama, y sus ojos quedan fijos en el fajo de billetes. Toma su bolso y también el dinero, al salir de la habitación, ve a uno de los camareros que salía de la habitación continua, sin pensarlo un solo segundo Virginia le dice. — Buenos días, esta es su propina. El camarero, un joven de rostro cansado, apenas si tuvo tiempo de reaccionar. Vio el abultado fajo de billetes caer en la bandeja metálica que llevaba, el ruido sordo de la pila de dinero contrastando con el elegante silencio del pasillo. — S-Señorita, yo... tartamudeó, mirando la cantidad con los ojos muy abiertos, una suma que probablemente equivalía a varios meses de su sueldo. Virginia no esperó respuesta. Su rostro, antes lleno de la euforia del amor, ahora era una máscara de dignidad herida y gélida determinación. No había furia, solo un dolor cristalizado que había tomado la forma de un desprecio absoluto.La oscuridad la envolvió por completo. Virginia no supo cuánto tiempo pasó. No hubo sueños, no hubo paz. Solo una sensación lejana de frío, de vacío… y luego, algo más fuerte: un dolor profundo que la ancló de nuevo al mundo. Despertó con dificultad. El aire era distinto. Húmedo. Pesado. Cada respiración le ardía en el pecho. Intentó moverse y un gemido escapó de sus labios. Su cuerpo estaba magullado, débil, pero seguía allí. Viva. Abrió los ojos apenas un instante y vio sombras, ramas, cielo entrecortado. No estaba en la finca. No estaba en una habitación. Estaba en algún lugar desconocido, al aire libre. No entendía cómo. Con el poco hilo de conciencia que le quedaba, una idea se impuso con una claridad devastadora: Rodrigo intentó matarme. El golpe emocional fue más brutal que cualquier dolor físico. Las imágenes regresaron a trompicones: la inyección, su hija alejándose de ella, la voz de Rodrigo dando la orden como si hablara de deshacerse de un objeto. Lágrimas silenci
El rostro de Rodrigo se quedó absolutamente inexpresivo. No había alegría, no había enojo, no había sorpresa. Solo una máscara de fría, calculada incomprensión. —¿Qué has dicho? —Su voz era baja, peligrosamente tranquila. —Que estoy... —Virginia sintió cómo su entusiasmo se desvanecía ante la mirada vacía de él—... estoy esperando un hijo tuyo. Dos líneas. Positivo. La mente de Rodrigo se trasporte inmediatamente a su esposa, Alma, su deseo mas profundo se había vuelto realidad. Rodrigo se levanta del sofá, y agarra las manos de Virginia, mirando fijamente a los ojos, le pregunta. — ¿Estás completamente segura?. —Sí, Rodrigo —respondió ella, su voz ahora un susurro. Levantó la mano libre y acarició instintivamente su abdomen plano—. Hice dos pruebas. Esta mañana. Sé que... sé que es un mal momento, que no es lo que... Rodrigo la interrumpió, su tono conservando esa peligrosidad calmada, pero ahora con un matiz de urgencia. —Virginia, escúchame bien. Esto no pued
Capítulo 4Un mes pasó con la lentitud de un reloj estropeado. Virginia y Rodrigo cayeron de nuevo en su rutina: cenas caras seguidas de intimidad posesiva por parte de él, y gestos desesperados de afecto por parte de ella. Rodrigo seguía siendo frío y distante, pero extremadamente generoso, como si intentara compensar la carencia emocional con dinero. Virginia, por su parte, se había tragado su dolor inicial y se había forzado a creer en la versión de Rodrigo que ella amaba. Se decía a sí misma que la frialdad era estrés, la distancia era trabajo, y los regalos eran amor. Sin embargo, algo no iba bien. Durante las últimas dos semanas, Virginia había estado inusualmente cansada. La somnolencia no era el letargo habitual de la tristeza, sino un peso físico que la anclaba a la cama por las mañanas. El perfume que Rodrigo usaba, una fragancia amaderada que siempre le había encantado, ahora le provocaba un asco repentino. Incluso el café, su ritual matutino, le revolvía el estómago.
Capítulo 3—Lo siento, pero me sentí muy ofendida Rodrigo. Te amo y tu lo sabes, pero me trataste como una prostituta a la que le pagan por sus servicios. Rodrigo respira profundo detrás de la línea, estaba obligado a pedirle perdón, y las palabras de indignación de Virginia, lo estaban haciendo perder la paciencia. —Virginia... lo siento. _La palabra salió arrastrada, carente del calor de un arrepentimiento genuino. Intentó sonar convincente, pero la irritación subyacente tensaba sus cuerdas vocales— Tienes razón, te amo y lo sabes, y jamás quise hacerte sentir de esa manera. Fui un idiota, estaba estresado y mis palabras fueron... completamente inapropiadas. Se pasó la mano libre por el pelo, mirando el techo como si buscara una señal divina para aguantar la farsa. Ella guarda silencio unos segundos, a pesar de sentirse triste por lo ocurrido, lo amaba, así que acepto verlo. —Gracias mi amor, ¿Qué te parece si paso por ti. a las 8:00 Pm, quiero llevarte a un nuevo res
Al mismo tiempo, Rodrigo llegaba a toda prisa a su enorme y elegante mansión, llena de lujos y cuadros costosos. Sube rápidamente a la habitación principal, acostada en el elegante cama, estaba una mujer joven, hermosa, su cabeza estaba cubierta por una pañoleta color rojo. Sus manos se veían pálidas, y notablemente delgadas, peri aun así, su belleza era obvia. Rodrigo se acercó a la cama con una mezcla palpable de ansiedad y ternura. Sus grandes zancadas resonaron brevemente en la alfombra persa antes de que se detuviera junto a ella. Se inclinó, susurrando con una voz que habitualmente era dominante pero que ahora sonaba rota y suave.— Alma... mi amor, ya estoy aquí. ¿Cómo te sientes?.— Rodrigo... —Su voz era un hilo, más un aliento que una palabra— ¿Porqué no viniste anoche?. — Lo lamento, tuve un inconveniente mi amor, pero ya estoy aquí, ¿Quieres que te traiga algo para desayunar? ¿Te apetece fruta?.— No, no quiero nada, solo quiero saber...¿Aún no esta embarazada?.
En una elegante habitación de hotel, una mujer se entregaba sin condiciones, al hombre que ella pensaba que la amaba. Virginia dejaba que las manos fuertes de Rodrigo De La O, un poderoso CEO dueño de un imperio hotelero, la tocaran sin limites. Ella gemia envuelta en la pasión que sentía, no le importaba si los demás residentes la escuchaban , ella solo estaba disfrutando a plenitud, el hacer amor con él. Rodrigo la pone en cuatro en el borde de la cama, y ella puede sentir como la destroza de placer, el golpeteo de las piernas de él, con los muslos de ellas, eran un sonido envolvente, que la hacía sentir mas y mas deseosa. Era algo sobrehumano, exquisito. No había nada mejor que estar con él. El clímax se disipó lentamente, dejando tras de sí un silencio denso, roto solo por las respiraciones agitadas. Rodrigo se retiró de Virginia, su rostro, normalmente una máscara de control inquebrantable, mostraba una extraña mezcla de triunfo y satisfacción. —¿Como puedes ser t
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