El aire dentro de la cabaña era espeso, cargado de pólvora y respiraciones agitadas.
El tiempo parecía suspendido entre los tres cuerpos que dominaban la escena.
Markus sostenía el arma con el brazo firme, apuntando directamente a la frente de Kenji.
Kenji, con los ojos inyectados de rabia y desesperación, le devolvía el gesto con su pistola alineada al centro del rostro de Markus.
Entre ellos, Julieta permanecía inmóvil, el pecho subiendo y bajando con fuerza, intentando procesar la magnitud del momento.
—Baja el arma, Kenji. —Dijo Barak desde la puerta, su voz grave intentando poner cordura. —No arruines todo ahora. Ella está en medio. —Kenji no respondió. Su mirada estaba fija en Markus, y en sus ojos ardía la furia de meses de dolor y noches en vela.
—La sueltas. —Gruñó Kenji, con la voz rasgada. —La sueltas o te juro que te vuelo la cabeza aquí mismo. —Markus rió, una risa seca, sin humor.
—¿De verdad crees que tienes el derecho de exigir algo? —Dijo con tono venenoso. —Tú