Dormí mal. O tal vez no dormí en absoluto. Cerré los ojos, sí, pero mi mente no dejaba de repasar una y otra vez esa frase: "Recibí una pista. Sobre Gabriele." Como si repetirla pudiera convertirla en certeza o desmentirla de una vez. Pero no, ahí seguía. Flotando en mi pecho como un peso demasiado grande.
Apenas amanecía cuando escuché pasos en la cocina. Bajé aún en pijama, con el pelo atado en un nudo improvisado. Salvatore ya estaba vestido, de pie, junto a Fyodor, con una expresión que no dejaba lugar a discusión. Algo había entre ellos, una tensión sutil. Eran aliados, sí. Pero también hombres con ideas firmes. E ideas distintas.
—No me parece buena idea —dijo Salvatore, apenas me vio entrar—. Que vayas tú con él. Es una zona inestable, no sabemos lo que van a encontrar.
—Justamente por eso tengo que ir —contesté, antes de que Fyodor hablara por mí—. Si hay una posibilidad, una sola, de que Gabriele esté vivo… necesito verlo con mis propios ojos.
Salvatore apretó la mandíbula. C