El ascenso de Tomás y mi fachada de resignación rindieron un fruto inesperado y monumental: acceso limitado a una tablet. No fue un regalo, sino una herramienta de control más. Marko la presentó con orgullo paternal.
"Pensé que podrías disfrutar de algo de distracción, Alma," dijo, colocando el dispositivo delgado y elegante en la mesita de centro. "Tiene acceso a una red curada. Música, documentales, algunas noticias aprobadas. Nada que pueda… alterarte."
Era una jaula dentro de la jaula, un internet domesticado. Pero para un analista, incluso el campo más estéril puede contener maleza útil.
"Gracias, Marko," dije, con una gratitud cuidadosamente dosificada. "Es amable de tu parte."
Tan pronto como se fue, tomé la tablet. Pesaba poco, pero en mis manos era un arma potencial. La exploré. Como él dijo, todo estaba bloqueado. Navegadores, tiendas de aplicaciones, configuraciones profundas. Solo iconos preaprobados: una biblioteca de películas, un reproductor de música, una aplicación de