La memoria USB escondida en la pluma era un tumor maligno en mi pecho, creciendo con cada latido. Tenía el poder de destruir a Marko, pero era inútil mientras estuviera en mis manos. Necesitaba una distracción, un movimiento maestro que confirmara mi lealtad fingida y, al mismo tiempo, le diera a Roxana una pieza del rompecabezas. Tenía que tender una trampa usando la única arma que tenía a mi disposición: la información.
Durante días, alimenté cuidadosamente la ilusión de mi transformación. Mostré un interés genuino—y meticulosamente fingido—en el "bienestar" de los negocios de Marko. En las cenas, hacía preguntas sobre los desafíos de la "logística", siempre desde la perspectiva de una esposa preocupada por la estabilidad de su hogar.
"Debe ser difícil," dije una noche, "mantener todo funcionando sin problemas con tanta… supervisión externa."
Marko, cada vez más cómodo con mi nueva actitud, soltó un despreciativo bufido. "Insectos. Periodistas husmeando, reguladores con ínfulas. Per