Dormí a ratos. Estoy a salvo por ahora; cansada pero atenta. La alarma suena cada dos horas y la apago sin pensar. Tomás respira en la otra pieza. El silencio de V‑12 tiene ruidos nuevos: el ascensor que frena dos pisos abajo, una cañería que suena como estática. Me levanto, hago café y abro la carpeta que dejó Roxana. Papel grueso, fotos impresas, una memoria sellada en una bolsita. Hay un índice: estructura de la familia Luksyc, rutas, nombres de fantasía.
Leo con el estómago tenso. Veo apellidos croatas repetidos, barcos en fotos antiguas, una Hilux sin placas en cuatro fechas. Hay casos en otros hospitales, uno en un puerto. Hay correos entre “consultores” que no son consultores. Veo a Parra en un borde, creyéndose fuera de cuadro. Veo a mi padre saliendo de un estacionamiento lateral. No justifico nada. Me duelen los dientes de apretarlos.
Llamo a Felicia por el canal seguro. Pide hora y lugar. “V‑12, sin ventanas a la calle, entrada por el pasaje. Trae a Andrea. Claudia llega má