El instante en que Set cruzó el umbral fue el punto de no retorno. Era un paso fuera de su mundo de poder y control, directo al manicomio privado de su hijo. Set entró en la cabaña, y la luz del día, el frío limpio del exterior, fue reemplazada por una atmósfera densa, cargada de humo frío y la humedad estancada del miedo de Senay.
El crujido de la madera anunció la clausura. Ahmed, con un movimiento rápido de pie, empujó la pesada puerta de madera. El golpe seco que resonó fue el sonido de la trampa cerrándose. Ahora estaban encerrados en el pequeño salón de la cabaña: el padre, el hijo demente y la víctima.
Ahmed sintió una punzada de triunfo. Había forzado a su padre, al todopoderoso Set, a entrar en su juego, en sus términos. Pero ese triunfo le duró apenas un aliento.
Set era un hombre de acción e instinto. La primera regla de la negociación con rehenes es asegurar la seguridad de la víctima. Vio a Senay, atada a la silla, su cuerpo temblando, las lágrimas corriendo libremente po