Después de la desgracia que el estado de Guerrero sufrió a causa del huracán Daina se fue a la ciudad de México con su hermana Roció quien la recibió muy bien sin saber que conocería a alguien que pondría su mundo de cabeza ella era una chica muy tímida no le gustaban las fiestas se encerraba siempre en su mundo, pues era algo insegura, pues su padre la creía tonta que no sabía valerse por sí misma, ya que siempre quería acompañarla a todas partes incluso a las citas que tenía con otros muchachos su hermana siempre se molestaba que no la dejaran salir siendo mayor de edad Roció le mostró otra vida que a ella le resulto agradable, pero siempre tenía la presión de hacerse cargo de su hermano y su papá, ya que no tenía una figura materna en esa vida ella pudo ser libre sin tener a alguien apurándola hasta para comer en fin estaba comenzando una nueva vida donde conoce a Fernando peña quien en tan poco tiempo se convirtió en su gran amor solo que había un detalle su exesposa y su vicio con el alcohol, pero a una si para ella era el hombre perfecto el hombre el cual amaría con todo su corazón.
Leer más― Fernando ― hablaba Daina frente a su lugar de descanso, su voz se escuchaba entrecortada, era tanta su tristeza que no aceptaba que él había partido.
Simplemente, su corazón no podía permitir tanto dolor, pues ella se sentía desolada al ver que no estaría más a su lado como él lo prometió, quiso culparlo, quiso odiarlo porque él no quiso quedarse lamentablemente, él se llevó una parte de ella dejándola destrozada...
Corría el año de 2020 la época de la rebeldía era algo muy en común donde ya no existían los valores era muy común, sin embargo, Daina era una chica que le gustaba divertirse, pero su padre no la dejaba hacer lo que todas las chicas de su edad salían, pues su padre la tenía bajo el dominio que debía estar en su casa y con su hermano tenía a su novio un chico el cual su padre conocía perfectamente y el cual decía que era un hombre perfecto para ella por todo eso ella se hizo tímida insegura y hasta muchas veces inmadura nunca tuvo una figura materna alguien con quien platicar alguien con quien llorar todas sus emociones ella las guardaba como si fuesen una especie de secreto, pues se había convertido en alguien que de verdad no era.
― Papa voy a salir con Leonardo ― respondió Daina pidiéndole permiso a su papá o mejor dicho su aprobación.
― Si me llamo pidiéndome permiso ― respondió su padre dándole la autorización.
Haciendo que Daina se vistiera de acuerdo a lo que su padre creía correcta, su novio era un tipo educado, amable, cualquier chica estaría enamorada de él, pero ella sentía que todo lo que estaba viviendo era una monotonía constante, algo que de verdad la estaba matando.
― Daina ¿Qué pasa algo? De repente que noto un tanto distraída ― le dijo Leonardo tomándola de la mano.
― No pasa nada ― respondió Daina tratando de sonreír.
― Sabes no te entiendo de verdad ― respondió Leonardo un tanto desconcertado.
«Si supieras lo que realmente me pasa, si supieras que tengo una ansiedad que me está matando, algo me falta y no sé qué es, pero siempre tengo que callarme, no quiero que se burlen de mí o simplemente digan otra vez con tus tonterías»
― Bueno, vamos a ir a comer ― dijo Leonardo llevándola al restaurante, ella trataba de sonreír, pero a una si en el fondo ella no se sentía a gusto, no se sentía en paz, todos decían que se comportaba como una niña y tal vez si lo era, pero porque no le enseñaron a comportarse como tal muchas veces pensaba que no podía ser feliz y como siempre le echaban la culpa de todo total ya estaba acostumbrada.
Muchas veces no hablaba por qué decían que decía puras tonterías, no le ponían atención que realmente quería su padre, se iba a los gritos y muchas veces era controlador, por eso optaba por no llorar frente a los demás en ocultar todo lo que realmente le pasaba.
― Leonardo me gustaría que fuéramos al museo ― le dijo Daina estaba tan feliz por ir, pero como siempre él no tenía tiempo para ella.
― Y me lo tenías que decir, a hoy sabes que no tengo tiempo ― le dijo Leonardo negando con la cabeza.
― Desde hace una semana te dije que quería salir contigo ― le dijo Daina contestando un poco enojada.
― Haber tengo trabajo, sabes que ser abogado me absorbe mucho el tiempo ― le dijo Leonardo viéndola a Daina quien solo se agachaba la mirada.
― Solo pedía tiempo para mí para nosotros hace tanto tiempo que no pasamos tiempo juntos ― le dijo Daina haciendo que él negara con la cabeza.
― Sabes que vámonos, ya se me quito el hambre ― respondió Leonardo azotando la servilleta.
Llevándose a Daina a la casa, ella le quería decir a su padre lo que pasaba, pero siempre él decía que la iban a utilizar llevándola a pensar que no servía para mujer, quería decirle a su hermana, pero ella era una mujer muy ocupada por lo menos tenía a su hermano que la hacía reír con sus tonterías.
Pasaron los días ella esperaba en el teléfono llamadas de Leonardo, pero como siempre la dejaba plantada, su hermana le decía que se consiguiera otro novio que era joven, bonita, pero ella tenía miedo de conocer a alguien más por su papá que no le permitía conocer más personas.
Era un miedo inmenso tanto que mejor se encerraba en sí misma sin saber lo que le deparaba, el destino, lo que de verdad le esperaba.
― Ya llegué papa ― decía ella para después encerrarse en su cuarto era una chica muy tímida, tanto que su hermana para sacarla un poco de su encierro se iba de vacaciones cada que podía.
Llego las vacaciones de su hermana, ella traía muchas cosas, entre ellas regalos que les hacía cada año con ella, se desvelaba, se divertía como hace mucho, no se divertía, aunque su padre le controlaba hasta la hora de dormir su hermana resulto ser su más grande amiga.
Así fueron pasando los años, Leonardo había reservado un anillo de compromiso, quería casarse con ella, pues a pesar de que estaba viendo a una mujer más, él quería a Daina a pesar de sus berrinches, a pesar de todo él, la amaba.
― ¿De verdad piensas casarte con ella? ― le pregunto su amigo a Leonardo por lo que él asiente.
― La quiero sacar de una cárcel en la que ella está metida ― hablo Leonardo viendo su computadora.
― Más cárcel le darás llevándotela contigo ― hablo su amigo tratando de que tuviese un poco de cordura para que no se casara con Daina.― Déjala que ella abra los ojos, se dé cuenta de que ella merece ser feliz ― le dijo su amigo haciendo que Leonardo asintiera.
Sin embargo, varias amigas le decían a Daina que hiciera su vida, pero ella pensaba que no podía hacer su vida, aunque quisiese así pasaron los años, Leonardo, aunque trataba de que fuese feliz, ella no lo era, siempre caía en la misma situación que algo le hacía falta en su vida.
La relación con ella se había vuelto áspera y monótona, ya no había esa conexión que ambos sintieron el día que se conocieron, ya no sentían ese amor que habían sentido desde el día que empezaron a platicar, ahora ella se sentía infeliz en una relación que no se sentía a gusto en una relación en la cual Leonardo no sabía escucharla no sabía entenderla y que solo la veía cada 3 meses o si no cada medio año si bien le iba.
Una tarde Daina terminaba de cocinar y se iba a su biblioteca personalizada que tenía en su cuarto era lo único que le tranquilizaba leer y zambullirse en esos libros donde no se sentía juzgada donde sentía que por primera vez era libre soñaba cada día un amor puro un amor sincero un amor que la comprendiera un amor que le dedicaran canciones poemas un amor a la antigua eso soñaba ella un amor a la antigua, pero como siempre eso quedaba en sueños, ya que su padre no dejaba que ella saliese le asustaba tanto su padre que tenía miedo que la alejara de su pequeño hermano de ese pequeño que le llenaba la casa de alegría.
«Arréglate esta tarde iremos a cenar» decía Leonardo en un mensaje, ella estaba a punto de arreglarse cuando de pronto recibió otro mensaje, era de su hermana diciéndole que vio a su novio con otra pareja, con otra mujer, ella al ver las fotos sentía que su mundo se caía y se derrumbaba esa tarde quiso llorar quiso gritar, pero tenía que guardarlo, ya que su padre diría «Te dije que solo que utilizan» puesto que decidió guardar todo lo que tenía todo lo que sentía como una especie de mochila...
Disculpe se le acabó la pila de mi celular dijo Daina tratando de sonreír, pero Mónica sabía que ella tenía algo lo notaba en su mirada no era la chica feliz que solía ser ahora estaba más triste más apagada que no quedaba rastro de esa chica que era alegría de todos ahora sus ojos se notaban empañados por una tristeza profunda o mejor dicho su alma se encontraba triste y desolada que ya no hallaba como volver a ser la misma chica alegre que era antes. Ella necesitaba recuperarse, pero no sabía por dónde empezar no sabía cómo volver a ser la misma chica que era alegre y a la vez soñadora o romántica se iba a escribir era lo único que le calmaba la escritura zambullirse en esos libros que para todos eran aburridos ella encontraba en ellos un alivio en su vida un alivio a su alma que le permitía soñar en almas gemelas, aunque pensaba que ya no existía rogaba tanto encontrarla que muchas veces se daba por vencida. Mónica la veía rara, la animaba para que no se sintiera triste, pero muc
Era como si por medio de ese suspiro encontrara las respuestas para saber qué decirle a Fernando. — No te odio —habló Daina suspirando pesadamente. —Es bueno escucharlo de ti, Daina — sonrió Fernando. — Escucha, solo dile a mi mamá que estoy bien, que no se preocupe — habló Fernando al otro lado de la línea haciendo que Daina colgará. Saliendo del baño un tanto perturbada, encontrándose con su hermana, quien la miraba, un tanto desconfiada, sabía que algo tenía. Daina sabía que algo estaba escondiendo. — ¿Quién te habló, Daina? —preguntó Rocío cruzando sus brazos. —Era un amigo, no te preocupes —habló Daina tratando de sonreír. — ¿Segura? —preguntó Rocío un tanto desconfiada. — ¿No será que te llamo Fernando y por eso estás de ese modo? — preguntó Rocío. Un tanto desconfiada, sabía que alguien la había perturbado o, mejor dicho, la había incomodado y puesto inquieta. —Si segura no tienes que preocuparte, yo estoy bien —habló Daina tratando de sonreír, pero en el fondo ella no e
Su hermana la esperaba en la terminal de autobuses la pensaba ayudar y distraer después de su ruptura con Fernando en un inicio le decía que no anduviera con él sabía lo que era su primo sabía a lo que él estaba metido, sin embargo, no quería intervenir en sus decisiones no quería ser como su papá que había puesto el precio con tal de que se alejarán de su hija o mejor dicho terminarán aquella relación de una vez por todas. Rocío la esperaba con una sonrisa. Sabía que tardaría en sanarse, sabía que tardaría en recuperar la confianza en sí misma, ya que se había enamorado de alguien que no debía. —Hola — abrazó a su hermana. — ¿Lista para la fiesta, Daina? — habló Rocío sonriendo. —Sí, lista — habló Daina tratando de hacer una sonrisa, o mejor dicho, fingía que no le dolía aquella separación, aunque la verdad le estaba doliendo hasta el alma. Era como un dulce que le habían quitado de la boca era como si le hubieran quitado una parte del, pues estaba profundamente decepcionada de F
Daina se quedaba callada, no quería creer que Fernando era un tipo un tanto despreciable. No quería creer que él fuera esa clase de persona no quería escuchar que él no la quería no la amaba y que el verdadero significado del amor era no dejarla en sus peores momentos, sin embargo, él no la quería simplemente se dedicaba a lastimarla, por otro lado, Leonardo quería a Daina con todas las fuerzas de su alma, pero ella simplemente se había enamorado de Fernando. Aún no lograba entender qué había visto Daina en Fernando. ¿Por qué se había enamorado de el porqué dejó de quererlo tan de repente o, mejor dicho, porque había dejado de amarlo? Dudas asaltaban a su mente que se había convertido en un caos. —Tal vez será mejor que olvides a Daina — dijo su mejor amigo mirando a Leonardo quien rompió con sus dedos el lápiz que sostenía en sus manos. — Como si fuese tan fácil olvidarla y hacer como si nada hubiese pasado —habló Leonardo aventando los pedazos del lápiz. — Ella dejó de quererte
En ese instante ahora más que nunca necesita a su madre cerca que le dijera que luchará o bien que no la dejara desprotegida como ella ahora se sentía su ansiedad le hacía pensar que no valía nada que no era suficiente que era mala persona y que por eso merecía todo lo malo su hermana quería ayudarla llevándosela con ella quería protegerla de todos hasta de su papá, pero ella por fin se había quedado dormida. — Fernando, no le hables a mi hermana ahorita, ella está muy mal — habló Rocío un tanto enojada. —Ayuda a Daina ella se quiere morir, no quiere vivir, me lo dijo en esa llamada — habló Fernando, preocupado. — Si la ayudaré, no te preocupes, me la voy a llevar a la ciudad — respondió Rocío colgando aquella llamada. Puesto que llama a su hermana quien no contestaba, pues Daina necesitaba estar sola necesitaba lidiar con esa soledad y esa ansiedad que la estaba matando poco a poco, pues en el fondo ella quería morir quería desaparecer del mundo si fuese necesario paso la noche e
—Perdón, amor, estaba dormida, aún sigo muy mal — respondió Daina enferma, haciendo que Fernando quisiese estar con ella, pero por su trabajo no podía estar con ella como tanto deseaba. Ambos colgaron la llamada. Daina durmió de nuevo, estaba tan débil que no podía sostenerse de pie. A su padre le preocupaba su salud, pues nadie sabía qué era lo que tenía. Fernando le desesperaba que su novia estuviese enferma, trataba de hacerla sentir bien, pero ella siempre enfermaba. Una noche se puso grave, tenía escalofríos y no paraba de vomitar. Diego intentaba bajarle la fiebre a Daina también le ayudaba a comer, pero eso era imposible, ella no comía nada. Puesto que le pusieron un medicamento fuerte, pues tenían que parar la fiebre y el vómito que tenía paso más de una semana Fernando fue a verla a la casa y quedarse con ella esa misma noche ambos veían películas mientras estaban acostados sin darse cuenta sé ambos se quedaron dormidos su padre fue a ver, ya que no escuchaban ningún ruido
Último capítulo