Alexander
Me encontraba en una de las tiendas más exclusivas del país, un establecimiento lujoso donde solo se vendían joyas de la más alta calidad y prendas diseñadas por los mejores modistos del mundo. La tienda Rockefeller, un símbolo de estatus y refinamiento, ofrecía una selección impresionante de relojes, collares, anillos y ropas que solo unos pocos podían permitirse.
Mientras recorría los exhibidores, mi atención fue capturada por un anillo que relucía con una piedra de un amarillo intenso, un zafiro poco común, engarzado en un aro de oro macizo. Su diseño era elegante y sofisticado, y no dudé en solicitar más detalles. La vendedora me informó que la pieza estaba elaborada con oro de 18 quilates y que la piedra preciosa tenía un origen certificado. Su peso era considerable, pero su ajuste era perfecto.
Junto al anillo, adquirí un juego de cadenas finamente elaboradas. Una de ellas llevaba un dije en forma de corazón con una piedra roja incrustada, un rubí que destellaba bajo l