Bianca
Un grito desgarrador escapa de mi garganta cuando llamo a Alexander. Su cuerpo pesado se desploma sobre mí, y los disparos resuenan con fuerza en el ambiente, llenando mi pecho de un terror que paraliza. La pólvora impregna el aire, el ardor inunda mis pulmones, y el caos se vuelve absoluto.
—¡Alexander por favor, abre los ojos! —Mi voz se quiebra en un sollozo desesperado—. ¡No puedes morir, no ahora, no así!
Escucho pasos acelerados, gritos, el estruendo de más disparos. Luego, un gemido profundo y la presión sobre mi cuerpo desaparece. Alexander se levanta, con dificultad, respirando entrecortadamente.
—¿Estás bien, amor? —susurra con el ceño fruncido.
—Sí, pero... —Mi vientre arde de dolor. Mis manos se aferran instintivamente a la zona baja de mi abdomen—. Alexander, me duele... me duele mucho.
El terror se refleja en sus ojos justo antes de que una voz llena de odio nos interrumpa.
—¡Maldito hijo de puta! ¡Te vas a morir!
Un disparo más, una explosión, y el almacén comien