Bianca
El sol de la tarde iluminaba el jardín con una calidez engañosa. Mientras enfocaba la lente de mi cámara en las flores recién regadas, sentí una presencia acercándose. Giré levemente la cabeza y noté a un guardia caminando hacia mí con una expresión imperturbable. Sin decir palabra, me extendió un pequeño papel doblado y luego se alejó sin esperar respuesta.
Fruncí el ceño y lo desplegué con dedos temblorosos. Habi una dirección escrita, observé a todos lados y no había nadie, contuve el aliento. Pero lo que realmente hizo que mi pulso se acelerara fue la advertencia que venía al final.
Antes de que pudiera procesar su significado, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Una llamada restringida. Sabía perfectamente quién era. Respiré hondo y respondí sin titubeos.
—¿Qué deseas, maldito? —Mi voz sonó más fuerte de lo que pretendía, llena de rabia e impotencia.
Una risa burlona me heló la sangre.
—Pero qué mujercita más mal habladora.
—Ese es mi tono. ¿Vas a seguir amenazá