Bianca
Estábamos sentados en la clínica, esperando nuestro turno para ser atendidos por la ginecóloga. Alexander no paraba de mover los pies de un lado a otro, su nerviosismo era evidente. Fruncí el ceño al notar su inquietud. Varias mujeres en la sala de espera nos miraban de reojo; algunas estaban solas, otras con sus parejas. No entendía bien qué llamaba tanto la atención, hasta que lo miré a él y lo comprendí. Alexander era increíblemente guapo, su presencia imponía. Los tatuajes en sus brazos y cuello resaltaban su aire dominante, y su estilo vestimenta, siempre con prendas oscuras y de cuero, lo hacía aún más llamativo.
Este día, sin embargo, había optado por una camiseta blanca debajo de su chaqueta de cuero negra, combinada con pantalones ajustados del mismo material y unos botines elegantes. Unos pequeños aretes brillaban en sus orejas, y su reloj Rolex dorado destellaba bajo la luz artificial de la clínica. Sonreí al recordarlo: gracias a ese reloj habíamos vuelto a encontra