GIULIA
Subí las escaleras con el corazón desbocado, como si en cualquier momento pudiera escaparse de mi pecho. Cada paso que daba parecía retumbar en el silencio de la casa. Dante no había estado en la cena, pero dejó un mensaje claro que Marcos me entregó, como una orden que me pesaba en los hombros:
“Te espero en mi habitación. A las nueve.”
No podía decir que no. Lo sabía. En cualquier rincón que intentara esconderme, él me encontraría… y sería peor.
Al llegar al pasillo, me detuve de golpe. Riccardo caminaba delante de mí junto a Marcella. Los vi entrar en dirección a su habitación. Él giró el rostro hacia mí, y por un instante nuestras miradas se cruzaron.
Me regaló una sonrisa triste, casi culpable, antes de desaparecer tras la puerta con ella. Esa visión me desgarró un poco más de lo que estaba dispuesta a admitir, pero no había tiempo para detenerme.
Seguí avanzando, hasta quedar frente a la habitación de Dante.
¿Tocaba? ¿Entraba? Dudaba, pero la decisión fue arrebatada c