CAPÍTULO 32

DANTE

Nunca imaginé que sería ella quien diera el primer paso.

Giulia me besó. No con timidez. No con dudas. Con fuego. Con rabia. Con deseo.

Su boca se hundió en la mía como si quisiera olvidarse del mundo. Y yo se lo permití. No, más que eso… lo disfruté.

El agua de la piscina estaba fría, pero nuestros cuerpos estaban en llamas.

La atraje más hacia mí, pegando sus curvas contra mi cuerpo. Bajé una mano por su espalda mojada, deslicé mis dedos por sus glúteos suaves y firmes, hasta que me adentré entre sus piernas.

Ahí la encontré, temblando por dentro.

Su cuerpo se retorcía, su respiración se entrecortaba, se mordía el labio mientras mis dedos la acariciaban con precisión.

Dios, estaba tan mojada… y no era por el agua.

Mi nombre escapó de su boca en un susurro casi ahogado, y por un segundo, creí que iba a explotar de placer con solo tocarla.

Ya no podía esperar más. Quería hacerla mía ahí mismo.

Pero entonces...

El ladrido.

Se tensó. Se congeló. Como si la hubieran despertado
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