Ameline Brooks vivía en las calles desde hace años, sin hogar a donde ir, pero se las arreglaba para casi siempre tener un techo sobre su cabeza, ya que había aprendido muchos trucos para sobrevivir.
Uno de esos trucos era escabullirse en hoteles, ya que había aprendido a evitar cámaras, trepar muros o rejas, abrir cerraduras y, lo más importante, ser una actriz lo suficientemente buena para fingir ser familiar de alguien y haberse perdido buscando la salida si es que llegaban a descubrirla. Siempre se salía con la suya, de una forma u otra, pero esa noche el destino le tenía preparada una sorpresa… Había sido avariciosa, lo admitía, vio un hotel muy lujoso con cámaras muy fáciles de evitar y una reja muy fácil de trepar, y luego solo tuvo que fingir que era hermana de alguien allí y pudo caminar normal buscando entre los pasillos una habitación que no estuviera ocupada. Para su desgracia, casi todas estaban ocupadas, así que tuvo que ir subiendo y subiendo hasta que llegó a un pent-house que vio con la típica cerradura de hotel que hace tiempo había dominado y… no pudo resistir la tentación. Se coló dentro de la habitación y de inmediato se maravilló con todos sus lujos, se comió todos los bocadillos de la nevera, saltó en la cama como una niña y luego se dio un largo baño en la enorme tina del lugar, incluso prendió unas velas aromáticas que encontró. Salió en bata de baño, se tomó su tiempo peinándose y, justo mientras se amarraba el cabello en una coleta, alguien abrió la puerta de la habitación. Volteó, llena de pánico, viendo entrar a un hombre joven y atractivo con un traje caro, un maletín en una mano y una botella de licor en la otra. Él volteó a verla con curiosidad, para luego rodar los ojos, confundiéndola. —Le dije a Reynolds que no quería ninguna prostituta esta noche. —Cerró la puerta con fastidio, para luego tomar su billetera y comenzar a sacar billetes de cien dólares, uno tras otro, dejándola boquiabierta. Nunca había visto tanto dinero junto… —Mira, no estoy de humor, tuve una mala noche, así que solo toma esto y veté, dile a Reynolds que no me fastidie. —Le tendió quinientos dólares como si nada. Ella permaneció en silencio, con los ojos muy abiertos, sin entender bien qué demonios estaba pasando allí. Él la miró con impaciencia. —¿Qué pasa? ¿Quieres más dinero? —La miró de arriba a abajo—. Bueno, no niego que Reynolds se esmeró… creo que eres la más atractiva de todas las que pagó para mí, supongo que eres una prostituta de lujo, disculpa. —Sacó quinientos dólares más, haciendo que ella lo mirara todavía más sorprendida. —¿Y ahora qué? —Él miró con extrañeza su mueca de sorpresa—. ¿Esto no es suficiente? Aunque… —Volvió a mirarla de arriba a abajo—. Pagaría más por ti, para ser sincero, pero de verdad no estoy de humor, y tampoco te daría más de mil solo por la molestia de que Reynolds te hiciera venir para nada. Solo toma el dinero y ya veté. Ella se mordió el labio, intentando procesar todo lo que pasaba, pero decidió no perder más tiempo y tomó el dinero lentamente. Sus dedos se rozaron con los dedos grandes y callosos de ese extraño hombre, que volvió a mirarla de arriba a abajo, pero luego negó con la cabeza y comenzó a beber de la botella que traía en la mano. Ameline lo miró con curiosidad mientras él se sentaba cómodamente en el sofá del pent-house, luego miró a sus manos, que tenían varios anillos de oro, con joyas, y también tenía un reloj que se veía muy costoso… Y sin duda tenía mucho más dinero en esa billetera. Se mordió el labio, con una idea loca comenzando a rondar por su mente. Ese hombre había simplemente asumido que ella era una prostituta de lujo que le mandó algún amigo o socio suyo, y le había dado mucho dinero solo porque la vio bonita, entonces… claramente era un idiota. Y a ella siempre le gustó sacar provecho de los idiotas… Sonrió lentamente, sin poder contener su lado de superviviente exigiéndole que le sacara más dinero a este idiota. —Sabes… —habló por fin, provocando que él volteara a verla de inmediato—. Puedo ofrecerte otros servicios. Si estás muy tenso, ¿qué tal un masaje? —Sonrió inocentemente. Él volvió a mirarla de arriba a abajo, y ella se paró más derecha, sacando pecho, provocando que su bata se abriera un poco, aunque eso fue involuntario. —Mmm… —Él bebió un largo trago de su botella—. Bien, un masaje estaría bien. Si realmente logras sacarme algo de tensión, te pagaré más. —De repente le dedicó una sonrisa ladina, casi maliciosa, y ella no pudo evitar sonrojarse por lo guapo que era, pero rápidamente apartó esos pensamientos y se acercó a él. Antes de perder a su familia, su madre le enseñó a dar masajes, así que sabía una cosa o dos respecto a sacarle la tensión a las personas. Comenzó a masajear los hombros del hombre apuesto, ganándose unos cuantos gruñidos de satisfacción de su parte que solo la hicieron sonrojar más y más. En verdad este hombre era demasiado guapo… De repente, él alzó la mirada y sus ojos se encontraron, y ella notó perpleja que sus ojos eran de un azul tan oscuro que parecían casi violeta… eran hermosos… Detuvo su masaje, perdida en la belleza e intensidad de sus ojos, y de repente él alzó la mano hasta atrapar su nuca, le bajó la cabeza y la besó con fiereza, sorprendiéndola tanto que no pudo hacer nada más que quedarse allí quieta, dejando que la besara. Pronto, él se giró para tomarla por la cintura haciéndola pasar por encima del sofá, la sentó en su regazo y continuó besándola con pasión. Ella comenzó a corresponder, sintiendo su cuerpo arder de deseo. No se detuvieron en toda la noche, ni siquiera cuando él descubrió que ella era virgen, continuó haciéndole el amor a pesar de la sorpresa que lo invadía, diciéndole que pagaría todo lo que quisiera por haberle dado su virginidad, o que incluso estaba dispuesto a llevársela con él, a volverla su mujer, y… en medio de ese dulce placer, ella le creyó todo. Sin embargo, cuando se despertó al día siguiente, Ameline volvió a la realidad. Había escuchado que los hombres decían muchas tonterías en medio del calor del momento, así que era mejor no creer en todas las idioteces que le prometió mientras estaba consumido por el deseo… además, también le sintió en la boca el gusto a alcohol, por lo que era altamente probable que dijera tantas promesas irreales por estar borracho. —Seth… —susurró su nombre al verlo dormir abrazado a su cintura, casi sintiendo una pizca de cariño por él, pero rápidamente lo alejó y se levantó de la cama. Él le había dicho su nombre única y exclusivamente para que ella lo gritara mientras le daba placer, pero ni siquiera se molestó en preguntar el suyo, lo cual era otra razón para confiar en que realmente su noche no significó la gran cosa para él. Se dio un baño rápido, pensando qué hacer ahora. Si lo despertaba, seguro le daría otros mil dólares, lo cual era bueno, pero… si lo dejaba dormido, entonces podría obtener mucho más. Vivir en las calles era duro, y Ameline se enorgullecía de no ser una mala persona a pesar de la vida difícil que llevaba, pero… cuando tenía la oportunidad de robarle a personas que no iban a extrañar lo robado, la tomaba. Seth claramente era muy rico, no iba a ser difícil para él recuperarse de unas cuantas joyas y dinero robado, y técnicamente le dijo que le pagaría lo que sea por haberle quitado la virginidad, así que… le tomaría la palabra. Le quitó los anillos de los dedos, uno a uno, y luego le quitó su reloj. De su ropa tirada en el suelo tomó su billetera y de ahí sacó todo el dinero que había, contando cuatro mil dólares en efectivo. ¡Esto le daría comida por meses! Sacó del baño su ropa desgastada de mujer sin hogar, se vistió y miró con tristeza a Seth. —Me hubiera encantado que tus promesas fueran reales —dijo con tristeza, para luego marcharse de la habitación y del hotel, lista para tener una buena cena por primera vez en mucho tiempo. . Cuando Seth despertó, se extrañó de no encontrar a la belleza con la que había pasado la noche, pero entonces notó que le faltaban sus anillos… y su reloj… Se levantó de golpe de la cama, buscando por toda la habitación, llenó de pánico. —¡¿Preciosa?! —gritó, entrando al baño y maldiciendo al no verla allí. Buscó entre su ropa y maldijo todavía más al ver su billetera vacía de todo el efectivo. No había querido creerlo, pero ahora era innegable… la preciosidad que lo había encantado la noche anterior le robó y se escapó. La noche que pasaron fue tan maravillosa que quizás la habría perdonado por robarle el dinero y los anillos, pero le robó el reloj también… y eso no lo podía tolerar. Se frotó la cara con frustración, antes de sacar su celular y llamar a su jefe de seguridad. —Aquí Tucker, ¿qué ocurre? —Prepárate para movilizar a toda nuestra gente, me robaron mi reloj y quiero recuperarlo cuanto antes. —¿Quién sería tan estúpido para robarle su tesoro más preciado al mafioso más temido de la ciudad? —preguntó Tucker, incrédulo. —Una preciosidad que sin duda no sabe con quién se metió. —Sonrió maliciosamente “Te voy a encontrar, preciosa, y será mejor que estés lista para rogarme perdón”. Porque él era Seth Rinaldi, y nadie se burlaba de él sin sufrir las consecuencias.