Rachel Anderson era una tímida pero hermosa muchacha, criada por sus abuelos y un hermano mayor muy sobreprotector. Quería ser independiente, por lo que se decide a buscar empleo y lo consigue por su títulos y excelentes referencias. Pero su jefe directo, Patrick Hamilton, es el CEO de Hamilton's Corp. una enorme corporación financiera, es un hombre duro y amargado, que detesta a las mujeres en general, pero en especial a las bonitas a quienes nunca contrata. Su padre, Randall Hamilton, un hombre duro también, viejo y con altos principios morales y familiares, le impone una condición inviolable para que pueda heredar el vasto imperio familiar: Debe casarse y tener un heredero en el plazo de un año. Si no lo hace el setenta y cinco por ciento de su fortuna iría a parar a su madre y ésta prefería a su pedante y egocéntrico primo, Derek Coleman, quien además es mala persona, pero está casado y tiene dos hijos, y con toda seguridad sería el nuevo CEO de las empresas. Entonces en medio de su apuro se le ocurre una idea: pedirle matrimonio a su tímida e inteligente asistente, quién en secreto se ha enamorado de él, aunque él la menosprecia y la trata mal como a todas las mujeres, al menos al principio. Pero la chica resultó tener un cerebro sobresaliente y va escalando puestos en la empresa por mérito propio, y quizás en el endurecido corazón de Patrick Hamilton.
Leer másPatrick Hamilton entró en la oficina de Recursos Humanos como una tromba, al entrar cerró la puerta dando un fuerte portazo. La secretaria que estaba justo al lado de la entrada pegó un respingo del susto y miró con cara de terror al CEO de las empresas que tenía cara de muy pocos amigos.
—¿Está Roberts aquí? —le preguntó a la secretaria con tono autoritario, se le notaba a leguas que estaba de muy mal humor.
—S - S - Sí, señor… —dijo titubeante la pobre muchacha— E - está en su oficina.
Sin contestar siquiera Patrick se dirigió a la puerta que estaba al fondo de la elegante estancia a paso vivo, abrió la puerta de un tirón y al cerrar la puerta se estremeció de lo fuerte que la había cerrado.
A continuación se escucharon gritos amortiguados a través de los paneles que separaban la oficina del jefe de Recursos Humanos del resto de las oficinas. Dos secretarias y un joven asistente que estaban allí se miraron unos a otros con expectación.
No era nada extraño para ellos que Patrick Hamilton estuviera de mal humor, ese parecía ser su estado natural, a nadie le gustaba cruzarse en su camino, pocas veces saludaba o contestaba los saludos y la gente a su alrededor se preguntaba: ¿Qué había hecho que un hombre que no llegaba a los treinta y cinco años, fuera tan amargado?
El pobre señor Roberts, gerente del departamento de Recursos Humanos tampoco lo sabía, lo único que sabía en esos momentos era que Patrick Hamilton estaba enojado con él y que tenía que buscar la manera de explicarse sin que lo despidieran esa misma mañana.
—Lo si - siento mucho, señor Hamilton —dijo el hombre completamente turbado ante la imponente presencia de su jefe— Pero es que no hemos podido conseguir a nadie que tenga todos los requisitos que usted nos pidió.
Patrick inhaló profundamente para tratar de controlarse, sabía que había sido bastante exigente a la hora de solicitar un asistente personal para que trabajara en la oficina que estaba junto a la de él. Pero, ¿Sería posible que no hubiera una sola alma en Nueva York que cumpliera con esos requisitos o en todos los Estados Unidos, quizás?
Trató de calmarse respirando varias veces, pero el trabajo se acumulaba y las secretarias que tenía en la oficina no eran capaces de resolver algunos asuntos que sólo necesitaban algo de sentido común.
Por eso había solicitado a alguien, preferiblemente hombre o una mujer mayor, que tuviera un cumlaude en sus estudios de administración de empresas, o al menos una especialización, una maestría o un doctorado, ¡O por lo menos alguien con una inteligencia que no necesitará que le estuviera repitiendo las cosas cien veces!
Era exasperante el poco nivel académico o de inteligencia que ostentaban los empleados que tenía en su oficina. Necesitaba alguien que lo ayudara y no una carga humana a quien tuviera que estar enseñándole las mismas cosas cada dos por tres.
Patrick respiró una vez más antes de hablar, realmente sabía que el nivel de las personas no era muy bueno en estas últimas fechas, así que trató de no inculpar tanto al señor Roberts que temblaba como un flan en esos momentos, pero tampoco quiso eximirlo de toda la culpa, tenía que exigirle.
—Eso lo puedo entender —dijo sin suavizar el tono de voz ni relajar su postura— Pero no quiero seguir esperando indefinidamente—, ¿Me entiendes,Roberts?
Estás últimas palabras las dijo Patrick apretando los dientes, y sonaron bastante amenazadoras.
—S - sí, lo entiendo, señor —balbuceó el pobre hombre— Haré todo lo posible, pero los requisitos que usted pide…
Una vena comenzó a latir amenazadoramente en la sien de Patrick, le molestaba sobremanera que no pudieran ser más eficientes.
—¡Entonces olvídate de los malditos requisitos y consígueme al mejor! —su voz resonó cómo un trueno— No me importa como se vea, si es hombre o mujer, joven o viejo, fea o bonita… —hizo una amenazadora pausa— Pero consígueme a alguien que de la talla para mañana en la mañana ¡O el que tendrá que buscar trabajo será usted!
Dió media vuelta y salió dando un duro portazo, atravesó la oficina y salió hacia su despacho sin mirar atrás ni saludar a nadie, estaba harto de la gente y de este día en particular, así que lo mejor sería que se encerrara en su oficina y no saliera hasta que fuera a salir hacia su casa.
Mientras Patrick salía hecho una furia hacia su oficina,el señor Roberts aún miraba a la puerta sopesando en toda su extensión las palabras que le había dicho Patrick Hamilton. Sabía que éste cumpliría su palabra al pie de la letra sin desviarse ni un ápice, así que tendría que moverse, y muy rápido.
Utilizó el interfono para llamar a una de las secretarias, necesitaba revisar de nuevo los expedientes que había desechado porque no llenaban los requisitos por otras causas que no fueran la experiencia y el currículo.
Había descartado a varias jóvenes porque eran muy hermosas y a otros porque eran muy jóvenes, sabía que Patrick Hamilton despreciaba a las mujeres hermosas, según las malas lenguas decían, se debía a qué una mujer con la que iba a casarse lo había traicionado con un amigo unos días antes de la boda, una amiga suya, quien iba a ser la madrina de la boda, la había conseguido con otro hombre en su apartamento.
Y eso no había sido todo, sino que luego se había comprometido con otra chica, y ésta vez fue el mismo que la consiguió en brazos de otro hombre, debido a que él se había regresado del aeropuerto porque había dejado unos papeles en su casa, cuando entró a su cuarto ella estaba completamente desnuda en los brazos de otro sujeto quién había resultado ser el entrenador del gimnasio a dónde ella asistía.
De allí en adelante, y en ese entonces sólo tenía veinticinco años, no volvió a tener una novia o algo que se le pareciera, solo tenía contacto, muy esporádicamente, con mujeres con las que compartía un poco de sexo y nada más, en definitiva, Patrick Hamilton era un hombre amargado.
Cuando todos abandonaron la estancia, Patrick, quien se había quedado parado como una estatua de cera, se sentó cayendo, como si sus piernas no pudieran sostenerle. Rachel lo tomó de las manos mientras las lágrimas salían de sus ojos bañando su angustiado rostro. Sus ojos fueron hacia los de su padre que le sonreía levemente, y asentía como para hacerle saber que todo estaba bien. El viejo Randall Hamilton esperó a que él se calmara y luego salió detrás del escritorio y se acercó para abrazarlo. Estuvieron un buen rato abrazados los tres hasta que Randal Hamilton se enderezó y luego tomó una de las sillas y se sentó delante de ellos. —Lamento no haber podido decirte nada, hijo —le dijo con voz tranquila— Pero necesitaba moverme rápido, tuve que reclamar algunos favores para que ayer mismo se aceptara mi apelación ante el tribunal supremo. Tu amigo Steven entregó la confesión firmada de los sujetos, dicen claramente que les ordenaron secuestrarte, Rachel… y… luego matarte después de
El ver el rostro de ella y que estaba viva y en forma, tanto como para enviar a dos sujetos que la duplicaban en peso volando por el aire, lo hacía sentirse más tranquilo, aunque corría el riesgo de que le dispararan o algo así, igual no sabía cuántos hombres iban en la camioneta.El helicóptero del FBI descendió hasta casi ponerse delante de la van, pero esta seguía sin detenerse, una de las patrullas había pasado a Patrick pero no lograba ponerse delante del vehículo de los plagiarios.Entonces Patrick tomó una resolución y acelerando su deportivo pasó con facilidad a la patrulla y a la van y se colocó delante, luego fue pisando el freno hasta que la van lo chocó por detrás dañando bastante la carrocería pero a él no le importó, mantuvo firme el volante hasta que hizo que la van redujera bastante su velocidad.El helicóptero les hizo una advertencia de disparo detenidos a pocos metros por encima y al frente de ellos lo que los hizo desistir de escapar, entonces la van se detuvo por
Rachel acababa de vestirse y salía de detrás del biombo que había en el consultorio de la doctora Travers cuando entró una enfermera con los exámenes de laboratorio, su rostro, que había estado bastante serio y profesional dio paso a una suave sonrisa que le distendió las facciones.Patrick estaba callado y un poco tenso esperando a que la doctora hablara, pero ella se tomó su tiempo mientras Rachel se sentaba al lado de su esposo.—¿Y bien, doctora? —le dijo con una sonrisa— ¿Qué es lo que está mal conmigo?La doctora le dedicó una sonrisa suave antes de contestarle.—Pues, realmente nada del otro mundo, mi querida niña —le dijo sonriendo— ¿Estás nervioso, Patrick? —le preguntó mientras lo miraba fijamente, porque él se removía inquieto en la silla.—Pues claro que lo estoy, Leonor —le dijo— Y tú con esa cara de misterio no ayudas a sentirme tranquilo.La doctora rió ante el asombro de Patrick.—Pues no tienes nada de qué preocuparte, sino de los detalles que vendrán —los miró fijame
Salieron todos juntos, pero esta vez Erick llevaba a los abuelos en el auto que Rachel le había dejado mientras Patrick y Rachel iban en el auto de Rachel, porque Patrick había mandado su deportivo a la mansión desde que habían llegado al aeropuerto.Cuando llegaron a la mansión los estaban esperando en la puerta de afuera Randall Hamilton y la Nana Emma.Fueron recibidos con toda cordialidad, y eso ya era costumbre, porque después de la boda se habían estado visitando con alguna frecuencia, incluso el viejo Randall había ido a visitar a los abuelos a su casa en tres ocasiones. La camaradería entre ellos era bastante notoria y el ambiente que se respiraba en la casa era de absoluta cordialidad.Se sentaron a compartir alrededor de la piscina que estaba hacia la parte de atrás de la mansión, las mesas estaban llenas de comida y diversos manjares que Erick no dejó de probar hasta que el estómago lo tenía tan lleno que parecía que iba a explotar.Randall Hamilton rió de buena gana cuando
—Pues no la iba a dejar amenazarme sin que yo le respondiera —le dijo con las cejas fruncidas, como pensando profundamente lo que decía— Tu madre es una mujer malvada, Patrick, me recordó a una serpiente, la primera vez que vi una en el zoológico me produjo la misma repugnancia y desagrado que he sentido hoy ante tu madre.—Sí, Rachel —dijo con algo de tristeza en la voz que no le pasó desapercibido a Rachel— Ella es muy mala persona y sí, yo podría decir que era, es y siempre será una mujer malvada.—No te entristezcas, amor —le dijo ella con toda ternura— Al menos tienes a la Nana que te adora.Patrick esbozó una sonrisa dulce en su rostro y su corazón se reconfortó con esa verdad.—Tienes razón, querida —dijo con mejor ánimo— ¿Qué te parece si vamos a recorrer esta hermosa ciudad y a distraernos un poco antes de regresar a casa?—Me encantaría —le dijo ella con una gran sonrisa en su rostro.Se fueron caminando tranquilamente hasta llegar a la parte comercial de la ciudad que estab
Patrick alcanzó a su esposa en la puerta del ascensor y la abrazó cuando llegó hasta ella.—Excelente primer round, amor —le dijo con una enorme sonrisa de satisfacción en su cara— Eso fue impresionante.—La verdad es que no fue tan difícil —le dijo ella, sonrojada de la satisfacción— La cara de imbécil me lo dijo todo.—No sabes la satisfacción que me diste —le dijo con el orgullo reflejado en su cara— ¡Me encantó!—Gracias —le dijo recostandose de su pecho— Estaré atenta.En eso se abrió la puerta del ascensor.—Vayamos al segundo encuentro —dijo él riendo, y ambos entraron en el aparato.Cuando salieron, Patrick se orientó por los números de cuarto sin mucho problema, cuando llegaron a la puerta del cuarto marcada con el número 43 se detuvo y la miró.—¿Lista? —le preguntó.—Por supuesto —respondió ella con seguridad.Entraron y vieron a una enfermera que le arreglaba las almohadas a Ivonne y luego recogía una bandeja con las medicinas y se disponía a abandonar el cuarto.Ivonne vo
Último capítulo