Mundo ficciónIniciar sesiónAmaya sobrevivió a lo imposible: fue usada como incubadora por un laboratorio clandestino, despojada de su hijo recién nacido y arrojada a la muerte. Cuatro años después, ha descubierto dónde está su bebé y quién lo tiene. Para recuperarlo, usurpa la identidad de una huérfana y se infiltra en la poderosa manada Alaska como la “luna” destinada de su temido Alfa, Maximiliano, el mismo hombre lobo que ordenó desechar su cuerpo. Su misión es clara: descubrir cuál de los tres hijos del alfa es su hijo para rescatarlo, destruir la manada desde adentro y vengarse del alfa que le arrebató todo Pero, mientras la guerra entre manadas se desata y el peligro avanza, Amaya empieza a encontrarse con un enemigo inesperado: la crudeza y la ternura oculta en aquello que más odia. Entre secretos, sangre y un vínculo prohibido, su corazón podría convertirse en el arma más peligrosa… o en la grieta que arruine su venganza.
Leer más— ¡Mi hijo!— Recuerdo que ese fue el grito que escapó de mi garganta cuando comencé a sentir que el bebé en mis entrañas comenzaba a escapar a la frialdad del mundo.
Nadie estaba ahí conmigo, yo era una esclava, una mujer hecha solo para dar a luz. Mi padre me vendió cuando era una niña, casi no lo recordaba, pero lo que sí recordaba era los innumerables intentos de los científicos que intentaron embarazarme hasta que lo consiguieron.
No sabía quién era el padre de mi bebé, su semilla había llegado en un tubo de cristal que fue puesta en mí, y eso fue todo.
—Puja — me pidió la enfermera que estaba atendiendo mi parto —Puja fuerte, Amaya, ya está naciendo —y eso hice, pujé tan fuerte que sentí como mi cuerpo se partía en dos, y mi hijo nació.
—Quiero verlo, ¡Denme a mi bebé! —supliqué, pero la enfermera me miró con una frialdad escalofriante.
—Sabes que no es tú hijo, eres solo una incubadora —soltó y comenzó a llevarse a mi bebé, lejos de mi alcance. Las correas que me ataban los tobillos y las muñecas me impidieron ponerme de pie para correr por mi bebé.
Durante todos esos meses de embarazo y cautiverio, mi bebé fue lo único que me mantuvo cuerda, lo amaba cada vez más, pero mis planes de escapar se habían vuelto cenizas por la culpa de una amiga en la que había confiado y ahora se estaban llevando mi única razón de vivir.
—¡Mi bebé! — grité. Ni si quiera me habían dejado ver si era un niño o una niña, solo sentí el dolor de un pinchazo en mi brazo y cómo la anestesia me comenzó a inmovilizar. Entonces todo explotó.
Pude ver la pared derrumbándose a mi lado y un lobo blanco gigante de más de dos metros de altura saltando al interior. Pero era mentira ¿no? Un lobo así de grande no existía.
Escuché gritos, y el olor de la sangre llenó todo el lugar, y luego el llanto de mi bebé, pero no podía moverme por la anestesia, entonces escuché la voz de ese hombre, profunda, una voz que jamás voy a olvidar que decía:
—Lleven a la criatura a la hacienda Alaska, es sangre de mi sangre y crecerá allá también con sus hermanos —sentí los cálidos dedos en mi cuello —la madre está muerta —dijo —tírenla a la basura.
Y eso hicieron, mi cuerpo fue tirado a la basura, pude sentir el olor y el calor del sol en mi espalda y cuando desperté, la noche ya había caído.
Caminé sin rumbo fijo en medio de la oscuridad del bosque.
—¡Ayuda! —grité, pero la única ayuda que obtuve fue caer al rio congelado y perderme aún más.
Desperté en una cama cálida, una anciana estaba en la chimenea y me sonrió con calidez.
—¿Dónde estoy? ¿qué está pasando? —le pregunté, poniéndome de pie, pero la anciana me tomó por los hombros.
—Estás a salvo —me dijo.
—No, no estoy a salvo, si los del laboratorio me encuentran volverán a encerrarme —la anciana sonrió mientras ponía contra mis labios una taza de leche caliente.
—Eso no pasará, esos laboratorios fueron destruidos misteriosamente esta mañana, eres libre —sonreí, pero yo sabía que no era libre, sabía que hasta que no encontrara a mi hijo no sería libre jamás.
—Alaska —dije —¿dónde está la hacienda Alaska? —la anciana negó.
— Nunca había escuchado ese nombre, al parecer el rio te arrastró por muchos kilómetros, lo siento, mi niña…
Y así pasaron cuatro años, perdida en un mundo sin mi hijo. Conseguí un trabajo como mesera en el pueblo, era alejado, pero me permitía estar en contacto con los leñadores y campesinos, pero nadie sabía de tal hacienda, parecía un fantasma, un sueño, hasta una mañana, mientras servía café a unos clientes, uno de ellos le comentó al otro.
—Es el mejor caballo que jamás vayas a comprar, es muy caro sí.
—Claro que es caro —le decía el otro —pero lo vale, Viene de Alaska — el café que tenía en las manos se derramó.
—¡Alaska! —grité —¿Dónde está esa hacienda? —los hombres me miraron sin creer mi actitud.
—Nadie lo sabe —dijo uno —es un misterio, pero tiene los caballos más esplendidos del país, una vez cada tanto su dueño sale al pueblo para comercializar sus caballos.
—Si quieres comprarle uno, aún está en la veterinaria, pero me temo que no te alcanzará —se burlaron de mí, pero era todo lo que necesitaba.
Salí corriendo hacia el lugar indicado, y ahí encontré una enorme camioneta con un remolque para caballos vacío atrás. Corrí y me escondí en él. Oí los pasos saliendo del lugar y cuando uno de esos hombre habló, sentí que todo el cuerpo entero se me entumeció.
—No voy a casarme con una desconocida, no necesito una esposa —decía, pero pude reconocer su voz, la tenía fresca en la memoria, era el hombre que se había robado a mi bebé.
—No, no necesitas una esposa —le dijo el otro — necesitas una luna para la manada. Ya está arreglado, Maximiliano, pasado mañana saldrá tú nueva luna para la manada Alaska, no importa si no la conoces. Es una huérfana de la ciudad, una desconocida, nadie la conoce ni sabe quién es, perfecta para desaparecer dentro de la manada y apaciguar a los lobos —yo no entendí nada de nada, ni manada ni lobos. Pero cuándo el auto arrancó, me aferré al remolque con fuerza, ese hombre tendría que llevarme con mi hijo, y dejé sin remordimiento al vida que había formado en ese pueblo.
Pasaron unas 6 horas antes de que la carretera dejara el bosque y se abriera a una hermosa y gran pradera. Cuando el auto se detuvo, salí del remolque con las piernas entumecidas y corrí hacia el bosque escondiéndome entre los árboles. La hacienda Alaska era hermosa e imponente, tan grande y magnifica con praderas que se extendían hasta el horizonte y caballos corriendo libremente por ellas.
El hombre se bajó, era muy alto y atractivo, con el cabello oscuro caminó hacia el portón enorme. Un grupo de tres niños que jugaban en la pradera corrieron hacia él y sentí que el corazón se me escapaba del pecho.
Dos niños y una niña, todos de la misma edad, corrieron hacia el hombre.
—¡Papá! —lo llamaron, y yo, con lágrimas en los ojos murmuré.
—¿Cuál de ellos es mi bebé? —me pregunté.
No lo sabía, no sabía cuál era, pero tenía que averiguarlo, y la única forma de hacerlo era infiltrándome en la hacienda Alaska, y lo haría.
Encontraría a mi verdadero hijo, lo rescataría de ese lugar y me vengaría de ese hombre que me lo había quitado, y sabía bien cómo hacerlo.
No sabía qué era una luna o una manada, pero me convertiría en la luna de Alaska, los acabaría desde a adentro.
Yo me quedé observando a Maximiliano con un extraño gesto de duda en mi cara. — ¿Ahora te parece gracioso? — le pregunté.Él negó. — Claro que no. Solo me resulta entretenido ver cómo se pelean por mí. — Eres un maldito arrogante — le dije con rabia — . No nos estamos peleando por ti. O sea, es ridículo. Estamos peleando por el poder, el poder que tú me estás quitando.Se pasó los dedos por el cabello. — ¿A qué te refieres? — Tú me dices que tengo que ser la luna de esta manada, y por lo que he descubierto es algo que es bastante primitivo e instintivo. Tengo que ejercer mi voluntad y demostrar mi fuerza, y tú no puedes desautorizarme frente a los demás, mucho menos frente a esa maldita… asquerosa, insípida… — pero ella tiene razón. — No importa — le dije — . No importa que ella tenga razón. No puedes desautorizarme frente a los demás. Se supone que tenemos que ser un equipo, ¿no es así?Yo lo único que quería, sinceramente, era que aquel hombre me diera el poder que necesita
Por suerte el almuerzo salió a la perfección. La manada había tenido una reunión con miembros más fuertes y quise creer que no tenía nada que ver con el lobo que había aparecido con intenciones asesinas, pero estaba completamente segura de que sí tenía que ver con ello. De todas formas, ya teníamos todo preparado y solamente estábamos esperando a que los miembros de la manada comenzaran a llegar para servir el almuerzo.Una de las cocineras, la que era más joven — tal vez en sus treinta — , con una sonrisa en los labios: — Entonces vas a contarnos — dijo con un gesto tierno. — ¿Qué les voy a contar? — Pues vas a contarnos cómo conociste a nuestro Alfa. Ha de ser una historia muy romántica, ¿no es así? Si las diosas luna te tenían destinada para él… — Sí, claro — dije.Pero lo cierto era que no. No tenían ni idea de cómo abordar esa situación. — Yo trabajaba en una cafetería del pueblo — comencé a contarles; al menos sería media verdad — . Maximiliano fue a vender unos caballo
La reunión de la manada había iniciado. La cabaña en la que se llevaban a cabo dichas reuniones estaba más llena de lo normal y todos alzaban la voz, todos tenían una opinión, pero el consejo de ancianos se puso de pie y todos se vieron obligados a quedarse en silencio. Yo, como el Alfa de la manada, debía hacer el orden… pero simplemente me quedé ahí, observándolos a todos, porque estaba igual de atónito que ellos. Uno de los ancianos del consejo levantó la mano. — Por favor, cálmense — le dijo a los miembros más importantes de la manada, que yo había citado en aquella reunión. — ¿Cómo quieres que nos calmemos? — dijo otro de los lobos — . Somos la única manada en todo este inmenso territorio, en todas estas praderas. No es normal que una manada extranjera llegue, y mucho menos a atacar a nuestra luna. ¿Qué opina nuestro Alfa?Pude sentir la abrumadora sensación de mentes dentro de mi cabeza, cada uno de ellos intentando usar su telepatía para acceder a mis pensamientos y ver qué
Maximiliano, me observó desde arriba con la frialdad de sus ojos puesta en mí. Puede sentir una extraña mescla de emociones, pero sobre todo rabia era lo que más me invadía. Como pretendía hacerme eso después de todo el daño que me había hecho, aunque él no lo sabía, era obvio que no me reconocía del momento en el que me había visto sobre aquella camilla y me había mandado a la basura. Aún podía escuchar su voz diciendo aquello, llevándose a mi hijo, desechándome como si no hubiera sido más que una bolsa plástica desechable.Pero yo tenía que fingir que le seguía la corriente. Y aunque yo sabía que tenía que seguir fingiendo, no era capaz de continuar con esto. Así que intenté removerlo, pero sus mano se metió lentamente debajo de mi blusa. Era tan grande y tan cálida que sentí un estremecimiento. — Detente — le pedí.Entonces él me miró a los ojos. — Eres mucho más linda de lo que esperaba — dijo con honestidad — . Definitivamente es una luna digna para mí, para mi manada. Tú y
Cuando llegué a la habitación, me encerré. No quería hablar con nadie ni mucho menos que nadie me dijera nada. Me sentía bastante aterrada. Aún me latía con fuerza el corazón; no era capaz de entender lo que había pasado. ¿Por qué aquel hombre se había convertido en ese lobo gigante? Era algo que no era capaz de comprender.Entonces la palabra *hombres lobo* llegó a mi cabeza. Había escuchado ese término alguna vez en mi vida, pero no eran más que rumores. Además, gran parte de mi vida la había pasado en aquellos laboratorios siendo una prisionera, tampoco es como que hubiera tenido demasiadas opciones de conocer sobre el mundo.Pero, sea lo que sea que fueran estas personas, no me importaba. Lo único que me importaba era descubrir cuál era mi hijo y poder escapar de ahí. Había sido mi única razón de vivir durante todos esos años. Durante todos esos años que trabajé en la cafetería, ahorrando, investigando sobre lo que había sucedido, sobre cómo encontrar Alaska. Y ahora estaba ahí. H
Caí al suelo aterrada, lanzando un grito de terror. El enorme lobo se abalanzó sobre mí, no tuve tiempo de hacer nada, ni de ponerme de pie, ni de pedir auxilio.La enorme masa peluda, con los dientes expuestos, saltó sobre mi cuerpo. Estaba segura de que iba directamente a mi cuello, pero era tan grande que de un solo mordisco me arrancaría completamente la cabeza.Antes de que aquella criatura cayera sobre mí y me asesinara, en mi cabeza aparecieron los tres pequeños niños: sus cabellos oscuros y sus pieles pálidas. Me pregunté cuál de ellos sería mi hijo.No podía ser que iba a morir sin siquiera conocer aquella verdad, y eso me produjo una enorme tristeza en el pecho. Entonces… iba a morir sin saber cuál era mi hijo, iba a morir con aquella sensación de tristeza. Y estaba completamente preparada para eso cuando otra masa enorme, con un pelaje más claro, apareció de repente saltando por sobre mí y golpeando al enorme lobo que estaba a punto de matarme.Otro lobo había aparecido de
Último capítulo