En la Manada de la Luna Silenciosa, la transformación a los dieciocho años marca el destino de cada joven lobo. Aylin, la novia desde la infancia del futuro Alfa, Alaric. Ha esperado toda su vida para ese día, ella está segura de que él la elegiría por encima de su compañera destinada aún si por alguna casualidad ella no lo es. Pero cuando llega el momento, él reconoce a otra como a su compañera: Vivienne, la loba más cruel de la manada y su eterna rival. Humillada públicamente, Aylin espera en vano la llegada de su loba en el claro sagrado… pero no sucede. Sin transformación, sin vínculo, y con el corazón destrozado, Aylin oculta un secreto que jamás podrá compartir: estaba esperando un hijo del Alfa. Esa misma noche, la pérdida de su bebé marca un antes y un después en su vida. Aylin escapa al mundo humano, huyendo de una vida que ya no le pertenece. Pero cuando su loba finalmente despierta, le revela una verdad que lo cambia todo: Aylin no es una loba común. Su poder ancestral está ligado a la luz y la oscuridad. Puede sanar con una caricia… o matar con un pensamiento. No despertó en su cumpleaños porque su momento aún no había llegado. Ahora, el destino de los clanes podría depender de ella. El Alfa, arrepentido y atrapado en un lazo forjado por error, comenzará a buscarla. Pero Aylin ya no es la niña que fue rechazada. Es la loba que puede inclinar la balanza entre la vida y la muerte. ¿Volverá a amar a quien la rechazo o podra perdonarlo?
Leer másCapítulo 1. La Promesa del Claro.
—Cuando seamos mayores, tú vas a ser mi compañera, Aylin —dijo Alaric con los brazos cruzados y una pajita dentro de su boca. Estábamos tumbados sobre la hierba húmeda del claro, con las manos sucias de barro y el pelo alborotado. Habíamos pasado la tarde entera corriendo por el bosque y hacía tan solo unos minutos que nos habíamos tumbado. Gracias a mi torpeza, me había raspado la rodilla y la nariz al no ver un árbol, y por mi culpa habíamos tenido que dejar de jugar. —¿De verdad quieres que yo sea tu compañera? —Sí. Y cuando me convierta en Alfa, tú vas a ser mi Luna. Sonreí y nos tomamos de las manos. Esa promesa se me quedó grabada en lo más profundo de mi corazón. Teníamos solo diez años, pero para mí ese día fue el mejor de todos. ... Ocho años después, todo había cambiado, pero aun así yo seguía recordando aquella promesa. Faltaban dos semanas para mi cumpleaños número dieciocho. Solo eso me separaba de la ceremonia de transformación. Cada vez que pensaba en ese día, se me aceleraba el corazón. Al fin iba a conocer a mi loba, y si todo sucedía como me lo había imaginado durante años, ese mismo día iba a sentir el vínculo con Alaric. Habíamos crecido juntos. Habíamos compartido risas, peleas, entrenamientos, días enteros escondidos en el bosque. Él era el hijo del Alfa y estaba destinado a liderar la manada. Y yo… yo no era nadie especial. Mi padre había muerto unos años atrás durante una patrulla, y mi madre trabajaba en la enfermería. Pero Alaric siempre me había elegido a mí y siempre, siempre me había protegido. O al menos eso es lo que creía. —¿Otra vez soñando despierta con Alaric? —dijo una voz aguda a mis espaldas. No me molesté en volver la cabeza, ya sabía de quién se trataba. No era otra más que Vivienne. —No te importa lo que haga o deje de hacer —respondí, sin ni siquiera mirarla. —¿No? Pues pareces bastante idiota suspirando cada vez que él pasa. Como si tú fueras su única opción. —Y tú pareces desesperada por ser la opción que él nunca va a elegir —solté de golpe. Vivienne se rió con una risa falsa y llena de veneno. —Deberías prepararte para la decepción, Aylin. No todas nacemos para ser Lunas. Algunas nacen solo para estorbar. Se dio la vuelta y se fue, dejándome llena de furia y con los puños apretados. Era la misma historia de siempre: ella me odiaba desde que éramos niñas. Vivienne era hija del Beta y llevaba años compitiendo conmigo como si yo alguna vez le hubiera pedido algo. Pero nada de eso me importaba, y menos ahora que la transformación estaba tan cerca. ... Esa noche ayudé a mi madre a colocar unas hierbas en la enfermería. Tenía las manos ocupadas, pero no la mente, y eso me estaba pasando factura porque ya me había equivocado de frasco dos veces. —Mamá, ¿qué se siente? —le pregunté de pronto. —¿El qué? —Cuando tu loba despierta. ¿Es doloroso? Mi madre me miró y me dedicó una sonrisa. —Un poco, sí. Pero es como si llenaras un vacío que no sabías que tenías. Es algo difícil de explicar, cariño, pero ya te queda muy poco para saber lo que se siente. —¿Y el vínculo? —Eso es inmediato. Lo sientes de golpe. No necesitas verlo. El aroma de tu compañero invade tu cuerpo y, de inmediato, lo reconoces. Tu loba saltará de alegría en tu interior. Sonreí a mamá y seguimos trabajando. Ahora todo estaba claro en mi mente: en cuanto Alaric se transformara, su lobo me reconocería como su compañera. ... Los días pasaron volando. El claro ya estaba preparado. Las antorchas, el círculo, los viejos símbolos en las piedras. La luna llena se acercaba. Este año seríamos cinco los que nos transformaríamos y yo era la única chica, pero no estaba asustada. Tan solo nerviosa. La manada estaba atenta. Las lobas poderosas no eran comunes. Algunos me miraban con curiosidad, otros con desconfianza. Había comentarios: que no era lo suficientemente fuerte, que tal vez ni siquiera tenía loba. Pero también estaban los que creían que yo sería la futura Luna y la compañera del nuevo Alfa. Y yo solo quería sentirla. Saber que estaba ahí y sentirme completa al fin. La noche anterior a la ceremonia no pude dormir. Me quedé en la cama, repasando cada palabra que me había dicho Alaric en estos años. Cada mirada. Nunca volvimos a hablar directamente de aquella promesa, pero yo sabía que él la recordaba, lo podía ver en sus ojos. ... Llegué al claro con la túnica blanca que exigía el ritual. Descalza y con el pelo suelto. Todo debía ser puro. Nada debía interferir con el despertar de mi loba. Los ancianos comenzaron a hablar y el ritual dio comienzo. Uno a uno, mis compañeros pasaron al centro del claro. Gritaron, se retorcieron... Escuché cómo sus huesos se rompían y luego se transformaban. Uno de ellos hasta gritó el nombre de su compañera al instante y se lanzó sobre ella. Y entonces llegó el turno de Alaric. El silencio se hizo más pesado que nunca. Alaric entró al centro con seguridad. Cayó de rodillas, y su transformación fue casi perfecta. Su lobo era enorme, negro, con los ojos dorados. Levantó la cabeza y le aulló a la luna. Mi corazón latía tan fuerte que en ese momento creí que me iba a dar algo. Esperé. Esperé que me mirara y que se lanzara sobre mí como había hecho el otro chico, pero nada de eso pasó. Unos segundos después vi cómo Alaric levantó la cabeza… y buscaba entre la multitud. De repente, sus ojos se clavaron en Vivienne. —Vivienne… —dijo con voz gutural. En ese momento sentí cómo algo dentro de mí se rompía. Vivienne sonreía victoriosa. Ella caminaba hacia él como si siempre hubiera sabido que era suya. El vínculo se había formado, pero no conmigo, sino con ella. No me lo podía creer. Esto debía de ser una pesadilla. No solo no me había reconocido como compañera, sino que lo había hecho con ella, mi peor enemiga. Cuando llegó mi turno, el anciano tuvo que nombrarme hasta tres veces. Todo mi mundo se había derrumbado y yo no sabía cómo seguir. A la tercera llamada comencé a caminar y me acerqué hasta el centro. Cerré los ojos y esperé a que el dolor llegara, pero no pasó nada. La anciana que estaba a mi lado me miró con compasión, bajó la cabeza y no dijo ni una palabra. Todos me miraban mientras yo seguía ahí, de pie, con la túnica blanca, sintiéndome más desnuda que nunca. Después de unos minutos, la ceremonia terminó y Alaric se fue con Vivienne. Yo me quedé un rato más en el claro, esperando a que sucediera algo, pero nada cambió en mí. —Cariño, es hora de irnos —dijo mi madre, tendiéndome la mano. Cogi su mano y comencé a caminar como una autómata.Capítulo 10. El eco del pasado.Narrador omnisciente:El entrenamiento de Aylin continuaba cada día bajo la mirada paciente, pero exigente, de Clara. La joven no tenía idea de que, lejos de allí, alguien cuyo nombre no pronunciaba desde hacía semanas, se debatía entre la lealtad y la culpa.En la Manada de la Luna Silenciosa, el silencio de la noche no era más que un disfraz para las tensiones que hervían bajo la superficie. Alaric caminaba por los pasillos de la casa de la manada, con las manos apretadas detrás de la espalda. Su compromiso con Vivienne había sido anunciado hacía apenas unos días y, en teoría, debería sentirse satisfecho, era su compañera destinada y una loba fuerte. Sin embargo, cada vez que se cruzaba con Vivienne, algo en su pecho se encogia.Vivienne no era como él había imaginado. Al principio, su carácter firme y seguridad lo habían impresionado; ahora, esos mismos rasgos lo exasperaban, era dominante hasta el exceso, su presencia llenaba cada espacio y no dejab
Capítulo 9. Poder que arde.Me desperté tarde. Clara me había dado el día libre para que pudiera recuperarme y ni siquiera había puesto la alarma del despertador.Me sentía extraña. No había vuelto a hablar con Iría desde la noche anterior, pero cada vez que cerraba los ojos veía su pelaje blanco y esos ojos dorados, y aquello me transmitía una calma que no entendía del todo.Me quedé sentada en la cama durante unos minutos, pensando en lo que me había dicho: poder para sanar y para destruir. No tenía ni idea de cómo usarlo, y tampoco quería hacer daño sin querer a nadie.No podía permitir que me pasara lo mismo que con aquel hombre de la cafetería. Si la gente empezaba a notar algo raro, acabaría metiéndome en problemas.Decidí que tenía que entrenar. No podía pedir ayuda a nadie que supiera de lobos, porque eso significaría revelar dónde estaba, así que tendría que hacerlo sola.A la mañana siguiente me levanté antes del amanecer, me vestí con ropa cómoda y salí a la calle. El puebl
Capítulo 8. Despierta.Esa mañana empezó como cualquier otra. Llegué al café, me puse el delantal y Clara me dio la lista de cosas que tenía que hacer. Atendí a los clientes habituales, limpié mesas y llevé café a la mesa de siempre de los ancianos. Todo parecía normal.Eran casi las once cuando entró al local un hombre tambaleándose. Tenía la camisa rota y una mancha oscura en el costado. No era un cliente habitual, o al menos yo no lo había visto antes por aquí. Clara se acercó rápidamente, pero él levantó la mano para pedirle que no lo tocara.—Solo… solo un café —murmuró, respirando con dificultad.Yo me quedé mirándolo. No era un simple golpe. Tenía una herida muy fea en las costillas. Estaba acostumbrada a ver cosas así en la clínica de la manada.Clara me miró con preocupación y me hizo una seña para que lo ayudara a sentarse. Lo agarré del brazo y, en cuanto mi mano rozó su piel, algo extraño sucedió.Fue como si una corriente caliente me recorriera el cuerpo. El hombre soltó
Capítulo 7. Donde nadie me encuentreLlegar hasta el pueblo humano me llevó casi todo el día, ni siquiera me fijé en el nombre; la verdad es que eso era lo que menos me importaba en ese momento. Solo necesitaba un lugar donde nadie me conociera y poder empezar de cero.El pueblo era pequeño, con unas cuantas calles principales y casas bajas. La verdad es que no era muy diferente a la manada.Caminé despacio por la calle principal, mirando a mi alrededor como si buscara algo que ni yo misma sabía.Llevaba la mochila al hombro y la chaqueta cerrada hasta el cuello; no hacía frío, pero era como si llevar la chaqueta me fuera a proteger de cualquier cosa que me quisiera dañar.El olor a café recién hecho me sacó de mis pensamientos. El aroma procedía de un local pequeño, con un cartel de madera que decía “Café Clara”.Me asomé por una de las ventanas y vi que no había mucha gente dentro, solo un par de mesas ocupadas.Dudé un momento antes de entrar. No tenía pensado gastar dinero si no e
Capítulo 6. La decisión.No sé cuántos días pasaron después de enterrar a mi bebé. Llegó un momento en que hasta perdí la cuenta. Me quedé encerrada en casa con las cortinas cerradas, sin hablar y sin apenas comer.Mamá intentó hablar conmigo los primeros días, pero cuando vio que no respondía, empezó a limitarse a dejarme comida sobre la mesa. No me obligó a nada. Solo me miraba con tristeza, como si supiera que algo se había roto para siempre.Apenas si dormía. Si cerraba los ojos, solo veía sangre. Sentía el dolor físico otra vez. Volvía a revivirlo todo: la sangre correr por mis piernas, el pasillo a oscuras, el rostro de mamá lleno de lágrimas. Y al final, la tierra removida, fría, cubriendo lo único que me quedaba.Ya no era nadie. No tenía una loba, no tenía un compañero, y no era una madre. Ya no era parte de esta manada. Y ya no podía seguir fingiendo que sí lo era.Una mañana cualquiera, en la que tampoco había conseguido dormir más de un par de horas, me senté sobre la cama
Capítulo 5. El grito.No sabía qué hora era cuando abrí los ojos, pero la cabaña estaba completamente a oscuras. Solo se escuchaba el viento golpeando las ventanas y la respiración tranquila de mi madre desde la otra habitación.Me desperté de golpe, con un horrible dolor que me cortó hasta la respiración.Me apreté el vientre con ambas manos, intentando calmar la punzada que sentía justo debajo del ombligo. Era como si algo dentro de mí se retorciera, como si me desgarraran por dentro con un hierro caliente.Me incorporé despacio y entonces fue cuando noté como un líquido tibio bajaba por mis piernas.Me levanté de la cama de un salto y encendí la lámpara que tenía en la mesita. Me bajé el pantalón y la ropa interior y vi las manchas. Había sangre, demasiada sangre algonno iba bien.Mi garganta soltó un pequeño grito ahogado que acallé enseguida mordiéndome los labios. No quería que mamá me escuchara, no podía enterarse de que estaba sangrado.Me puse lo primero que encontré y sa
Último capítulo