La figura que emergió de la oscuridad los observaba fijamente. El hombre de la librería, vestido con una capa negra que oscurecía aún más su presencia, parecía haber estado esperándolos. Su mirada, fría y calculadora, analizaba cada movimiento de Alexander y Samantha, como si ya hubiera anticipado lo que sucedería.
Samantha, con la mano aún alrededor del mango de la linterna, dio un paso atrás, la tensión en el aire palpable. Todo a su alrededor, desde el silencio opresivo hasta el resplandor tenue del artefacto, parecía advertirles que se habían adentrado en algo mucho más grande que ellos mismos. El hombre de la librería no era solo un extraño con conocimientos; su presencia aquí confirmaba que había fuerzas mucho más profundas que jugaban con sus destinos.
Alexander no reaccionó de inmediato. Sus ojos, que hasta ese momento habían permanecido firmes y calculadores, se entrecerraron ligeramente, como si estuviera evaluando sus opciones. Sabía que el hombre de la librería no había ap