El reloj marcaba las 9:45 AM cuando Samantha entró al imponente edificio de Vaughn Enterprises. El vestíbulo, con sus mármoles pulidos y sus paredes adornadas con obras de arte contemporáneo, era el reflejo de lo que representaba Alexander Vaughn: poder, riqueza y control. Cada rincón, cada detalle de ese lugar le susurraba lo que él había logrado, lo que había construido, y de alguna manera, ella no podía evitar sentirse pequeña ante tanta opulencia.Caminó hacia el ascensor con una determinación que solo era externa, porque en su interior, la incertidumbre le comía los nervios. Las palabras de su tío aún resonaban en su mente, y el rostro de Alexander, tan frío y distante, seguía acechándola. Ella había sido elegida para estar en el centro de este juego, y aunque había intentado negar el peso de esa responsabilidad, ahora no podía escapar.El ascensor se detuvo con un suave ding y las puertas se abrieron, revelando el piso donde Alexander trabajaba. El aire en el lugar era diferente
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