Samantha se encontró en medio de la nada. El frío aire cortante de la madrugada le acariciaba la piel mientras observaba a su alrededor. Había cruzado el portal, sí, pero la transición no había sido suave ni clara. Estaba sola, sin señales claras de lo que debía hacer o hacia dónde ir. El paisaje era extraño, no se parecía a nada que hubiera visto antes. Las sombras se alargaban en el horizonte, y el cielo estaba cubierto por nubes de un gris ominoso, como si la propia atmósfera estuviera retorcida por algo desconocido. No había árboles ni vegetación, solo una vasta extensión de terreno árido, salpicado por fragmentos de ruinas antiguas. Un viento gélido susurraba a través de las rocas, como si el paisaje mismo respirara en su contra.
El portal había desaparecido tan rápidamente como había aparecido, dejándola sola con una sensación de incertidumbre que le erizaba la piel. Pero no podía detenerse, no podía quedarse allí. La ciudad que había visto en la visión del Guardián estaba más c