El amanecer trajo consigo un resplandor dorado que bañaba las ruinas de la antigua ciudad. Por primera vez en siglos, la sombra había desaparecido, y con ella, el peso opresivo que había envuelto el lugar. Sin embargo, Samantha sabía que su victoria no era más que un paso en un camino mucho más largo.
Se puso de pie con dificultad, cada músculo de su cuerpo protestando por el esfuerzo de la batalla. Su respiración aún era pesada, y la energía que había sentido al liberar el corazón de la ciudad ahora la dejaba con un agotamiento profundo. Pero no tenía tiempo para descansar.
Miró alrededor. Las figuras espectrales se habían desvanecido por completo, dejando la ciudad en un estado de quietud casi sagrada. Sin embargo, algo más había cambiado. Las antiguas estructuras parecían menos derruidas, como si la liberación del corazón hubiera restaurado parte de su esencia.
Samantha caminó lentamente hasta el altar, donde la esfera dorada aún flotaba, emitiendo un brillo suave. No se atrevió a