El aire se volvía más pesado a medida que Samantha avanzaba tras las figuras espectrales. La neblina parecía espesarse con cada paso, envolviendo las ruinas en un manto de sombras que deformaban las estructuras a su alrededor. Las voces de los seres se habían reducido a un murmullo bajo, un eco de un idioma olvidado que le erizaba la piel.
Cada paso que daba sentía que el suelo bajo sus pies temblaba, como si la ciudad misma estuviera viva, aguardando su llegada.
El líder de los espectros, aquel con ojos hundidos y voz quebrada, se detuvo frente a una enorme escalinata de piedra desgastada por el tiempo. Desde allí, la estructura se extendía hacia un templo en lo alto de una colina, un edificio que, a pesar de los siglos de abandono, aún conservaba su imponencia.
-El corazón de la ciudad yace aquí -murmuró el espectro-. Encadenado por la sombra.
Samantha sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
-¿Qué debo hacer?
El espectro la observó por un instante, como si buscara algo en su ros