Samantha Ortega jamás imaginó que su vida cambiaría al aceptar el trabajo como secretaria de Alexander Vaughn, el CEO más influyente de Nueva York. Él es arrogante, dominante y está acostumbrado a tener todo bajo control. Pero Samantha no es una mujer fácil de intimidar, y su actitud desafiante despierta en Alexander un deseo peligroso. Lo que ninguno de los dos espera es que el pasado de Samantha esté vinculado a los negocios turbios de Vaughn Enterprises, poniendo en riesgo su relación y sus vidas.
Leer másEl sonido incesante de la lluvia golpeaba los ventanales de la cafetería, formando pequeños ríos en el cristal empañado. Samantha Ortega removió distraídamente su café, observando el reflejo de la ciudad iluminada por los faros de los autos que pasaban veloces. Había terminado otra jornada agotadora en su empleo temporal como asistente administrativa en una pequeña firma de abogados. No era el trabajo de sus sueños, pero pagaba las cuentas mientras buscaba algo mejor.
-Te juro que si no me sale algo pronto, terminaré vendiendo café en este lugar -bromeó Samantha, exhalando un suspiro frustrado.
Su amiga, Clara, se rió mientras mordisqueaba una galleta.
-No te preocupes, Sam. Algo bueno tiene que aparecer. Y hablando de eso... -Clara se inclinó hacia ella con emoción en los ojos-. ¿Recuerdas a mi primo Daniel? Trabaja en Vaughn Enterprises, en el departamento de finanzas. Me dijo que están buscando una nueva asistente para Alexander Vaughn.
Samantha dejó la cuchara en el plato con un pequeño tintineo.
-¿Alexander Vaughn? ¿El multimillonario?
-Exacto. El CEO más temido y respetado de Nueva York -Clara tomó su teléfono y buscó algo rápidamente-. Su última asistente renunció la semana pasada, y la empresa está buscando a alguien con urgencia. Te recomendé, y mañana tienes una entrevista.
Samantha la miró boquiabierta.
-¡¿Mañana?! ¿Me recomendaste sin preguntarme?
-¡Vamos, Sam! Es una oportunidad increíble. Vaughn Enterprises es una de las compañías más poderosas del país. El salario es una locura y te daría estabilidad.
Samantha se recargó en su silla, pensativa. Había escuchado innumerables historias sobre Alexander Vaughn: un hombre implacable en los negocios, de carácter intimidante y con una personalidad que hacía temblar a cualquiera. Pero, al mismo tiempo, el reto la intrigaba.
-Está bien -cedió con una sonrisa desafiante-. Iré a la entrevista.
El edificio de Vaughn Enterprises se alzaba imponente en el corazón de Manhattan, con sus ventanales oscuros reflejando el sol de la mañana. Al ingresar, Samantha sintió una mezcla de nerviosismo y emoción. Los empleados caminaban con paso firme y rostros serios, demostrando la exigencia de la empresa.Una recepcionista la guió hasta el último piso, donde se encontraba la oficina de Alexander Vaughn. Antes de que pudiera procesar la magnitud del lugar, una puerta se abrió y una voz masculina la llamó.
-Señorita Ortega, pase.
El despacho de Alexander Vaughn era tan majestuoso como se esperaba: muebles oscuros, una vista panorámica de la ciudad y una gran biblioteca de fondo. Pero lo que realmente captó su atención fue el hombre sentado tras el escritorio.
Alexander Vaughn tenía una presencia arrolladora. Vestido con un impecable traje negro, irradiaba poder y autoridad. Sus ojos azul acero la analizaron con intensidad, y su expresión era impenetrable.
-Siéntese.
Samantha tomó asiento sin apartar la vista de él.
-Revisé su historial -dijo Vaughn, deslizando un expediente sobre el escritorio-. Tiene experiencia en administración, pero nunca ha trabajado en una empresa de esta magnitud. ¿Por qué debería contratarla?
Samantha sostuvo su mirada.
-Porque soy eficiente, organizada y puedo manejar la presión.
Vaughn enarcó una ceja.
-¿Cree que puede manejar la presión? ¿Incluso cuando exijo perfección?
-Sí.
Hubo un breve silencio. Los ojos de Vaughn brillaron con algo parecido al interés.
-Bien. Su contrato comenzará el lunes. Espero que no me decepcione.
Samantha salió de la oficina con el corazón latiendo con fuerza. Sabía que trabajar para Alexander Vaughn no sería fácil, pero lo que aún no imaginaba era que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
El viento soplaba con una suavidad engañosa sobre la vasta llanura dorada. Samantha se quedó congelada, su mente luchando por procesar lo que estaba viendo.El hombre que tenía delante no podía estar allí.Había muerto.Lo había visto con sus propios ojos.-¿Cómo es posible? -susurró, su voz apenas más fuerte que el viento.El hombre esbozó una sonrisa tranquila, pero sus ojos oscuros brillaban con un conocimiento insondable.-No todo lo que crees saber es cierto, Samantha. -Su voz era grave, serena, pero contenía algo más profundo, una verdad oculta tras cada sílaba.Ella sintió que su cuerpo entero se tensaba. Llevaba demasiado tiempo enfrentándose a enemigos disfrazados de aliados, a sombras que susurraban mentiras entre verdades a medias. No podía permitirse bajar la guardia.-¿Eres real? -preguntó, entrecerrando los ojos.El hombre inclinó ligeramente la cabeza.-Eso depende de lo que entiendas por "realidad".Samantha frunció el ceño. Era la clase de respuesta que solía recibir
El amanecer trajo consigo un resplandor dorado que bañaba las ruinas de la antigua ciudad. Por primera vez en siglos, la sombra había desaparecido, y con ella, el peso opresivo que había envuelto el lugar. Sin embargo, Samantha sabía que su victoria no era más que un paso en un camino mucho más largo.Se puso de pie con dificultad, cada músculo de su cuerpo protestando por el esfuerzo de la batalla. Su respiración aún era pesada, y la energía que había sentido al liberar el corazón de la ciudad ahora la dejaba con un agotamiento profundo. Pero no tenía tiempo para descansar.Miró alrededor. Las figuras espectrales se habían desvanecido por completo, dejando la ciudad en un estado de quietud casi sagrada. Sin embargo, algo más había cambiado. Las antiguas estructuras parecían menos derruidas, como si la liberación del corazón hubiera restaurado parte de su esencia.Samantha caminó lentamente hasta el altar, donde la esfera dorada aún flotaba, emitiendo un brillo suave. No se atrevió a
El aire se volvía más pesado a medida que Samantha avanzaba tras las figuras espectrales. La neblina parecía espesarse con cada paso, envolviendo las ruinas en un manto de sombras que deformaban las estructuras a su alrededor. Las voces de los seres se habían reducido a un murmullo bajo, un eco de un idioma olvidado que le erizaba la piel.Cada paso que daba sentía que el suelo bajo sus pies temblaba, como si la ciudad misma estuviera viva, aguardando su llegada.El líder de los espectros, aquel con ojos hundidos y voz quebrada, se detuvo frente a una enorme escalinata de piedra desgastada por el tiempo. Desde allí, la estructura se extendía hacia un templo en lo alto de una colina, un edificio que, a pesar de los siglos de abandono, aún conservaba su imponencia.-El corazón de la ciudad yace aquí -murmuró el espectro-. Encadenado por la sombra.Samantha sintió un escalofrío recorrerle la espalda.-¿Qué debo hacer?El espectro la observó por un instante, como si buscara algo en su ros
El aire se volvía más denso a medida que Samantha avanzaba. El paisaje desolado comenzaba a transformarse lentamente en lo que parecían los vestigios de una ciudad antigua. Las estructuras, aunque deterioradas por el tiempo y la oscuridad, aún conservaban un aire de grandeza. Columnas quebradas, arcos caídos y estatuas erosionadas por siglos de abandono emergían de la neblina que se cernía sobre el lugar. Era un sitio que había sido importante alguna vez, pero ahora solo quedaban ruinas y un silencio inquietante.A medida que caminaba, su mente no dejaba de repetirse las palabras del hombre misterioso."El Velo ha comenzado a desmoronarse."Había restaurado el equilibrio, o al menos eso había creído. Pero si lo que aquel hombre decía era cierto, entonces su victoria no había sido más que una ilusión. Había salvado el Velo, sí, pero al hacerlo, también había abierto la puerta a algo más, algo que no comprendía del todo.Samantha ajustó la empuñadura de su daga y siguió avanzando. No po
Samantha se encontró en medio de la nada. El frío aire cortante de la madrugada le acariciaba la piel mientras observaba a su alrededor. Había cruzado el portal, sí, pero la transición no había sido suave ni clara. Estaba sola, sin señales claras de lo que debía hacer o hacia dónde ir. El paisaje era extraño, no se parecía a nada que hubiera visto antes. Las sombras se alargaban en el horizonte, y el cielo estaba cubierto por nubes de un gris ominoso, como si la propia atmósfera estuviera retorcida por algo desconocido. No había árboles ni vegetación, solo una vasta extensión de terreno árido, salpicado por fragmentos de ruinas antiguas. Un viento gélido susurraba a través de las rocas, como si el paisaje mismo respirara en su contra.El portal había desaparecido tan rápidamente como había aparecido, dejándola sola con una sensación de incertidumbre que le erizaba la piel. Pero no podía detenerse, no podía quedarse allí. La ciudad que había visto en la visión del Guardián estaba más c
La caverna que antes había sido el escenario de la última prueba se hallaba ahora en un silencio absoluto. La luz de la esfera había desaparecido, dejando un resplandor tenue, como un eco de lo que había sido. Samantha permaneció en el mismo lugar, pero ya no era la misma. Algo había cambiado dentro de ella, algo profundo que no se podía describir con palabras, pero que sentía en cada fibra de su ser.Los Guardianes se acercaron lentamente, sus ojos fijos en ella, pero había algo diferente en su mirada. No era solo admiración o respeto, sino también una leve cautela, como si supieran que, de alguna manera, el equilibrio estaba más cerca de ser alcanzado, pero aún quedaba una incertidumbre en el aire.El líder de los Guardianes, quien había sido su guía desde el principio, dio un paso al frente. Su rostro, que había permanecido impasible durante todo el proceso, ahora mostraba una ligera inclinación de cabeza, una señal de respeto por lo que Samantha había logrado."Lo has hecho," dijo
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