El viento fresco de la mañana acariciaba las hojas de los árboles que bordeaban el sendero hacia el Valle de las Sombras, un territorio delicado donde convergían límites de manadas y clanes vampíricos aún reacios a la alianza. Amara y Lykos cabalgaban en silencio, con Eryon a su lado, cuyo rostro reflejaba la mezcla de inquietud y curiosidad que sentía desde que partieron.
—Este lugar esconde mucho más que historia —dijo Amara, mientras sus dedos rozaban el contorno de la runa grabada en su muñeca—. Aquí, cada piedra, cada susurro de viento, lleva el peso de antiguas heridas.
Lykos asintió, sus ojos rojos escaneando el horizonte con la vigilancia de un alfa que conoce cada sombra. —Las tensiones han aumentado. Las manadas vecinas sienten que nuestra unión amenaza sus tradiciones y territorios. Algunos vampiros del exilio tampoco están dispues