La mañana destacó el patio del faro con un suave tono rosa, como si el sol despertara lentamente, pintando todo a su paso con un resplandor delicado. El rocío cubría los adoquines, y las gotas brillaban como pequeñas joyas dispersas sobre el musgo que se enroscaba entre las piedras. La atmósfera era fresca, pero cargada de tensión. Aunque el día comenzaba de manera tranquila, sabíamos que la calma era solo una ilusión; la niebla, aunque contenida por el momento, aún acechaba en el horizonte, esperando su oportunidad para regresar. Hoy, como cada día, debíamos prepararnos para lo que vendría.Amara llegó al patio con paso firme, sus botas golpeando el suelo con determinación. Su capa ondeaba tras ella, agitando un surco de polvo que flotaba brevemente antes de disiparse. A su lado, Lykos esperaba impasible, su figura imponente y su mirada fija en el horizonte, como si estuviera anticipando el desafío que estaba por venir. Su capa, también, se movía suavemente con la brisa.—Bien —dijo
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