Capitulo 126

La mañana estaba gris, como si el cielo mismo presintiera la tormenta que estaba por estallar en la mansión. El aroma a café recién hecho se mezclaba con el de las flores que las chicas habían puesto en un jarrón sobre la mesa del comedor. Sin embargo, ni el aroma ni la tibieza del hogar lograban calmar el nudo que tenía en el estómago.

Llevaba más de veinte minutos sentada en la orilla de la cama, con el teléfono entre las manos, dudando si marcar o no. Sus dedos temblaban. Finalmente, se obligó a marcar el número de Maximiliano.

—Ana… ¿Pasa algo? —la voz de él sonaba alerta, preocupada.

—Max… —su voz se quebró apenas comenzó—, Emma… Emma sabe que tú y yo estamos saliendo. No sé cómo, no sé cuándo… pero está muy molesta conmigo. Dice que le mentí, que le voy a quitar a su papá… —respiró hondo para no romper en llanto—. Por favor, vuelve a casa.

Hubo un silencio al otro lado de la línea, ese tipo de silencio pesado que avisa que las cosas están a punto de cambiar.

—Voy en camino —resp
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