Capitulo 127

El cielo de la tarde parecía estar en pausa. Las nubes, densas y de un gris suave, filtraban la luz del sol hasta convertirla en un resplandor apagado, como si el día también estuviera conteniendo la respiración. Un viento tibio se colaba por las rendijas de las ventanas de la habitación de Ana Lucía, agitando apenas las cortinas.

El silencio entre ella y Maximiliano pesaba como una piedra invisible en medio. Él estaba de pie, junto a la ventana, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el suelo, como si buscara respuestas ahí, entre las vetas de la madera. Ana Lucía, en cambio, permanecía junto a la cama, metiendo sus cosas en la maleta.

—Max… —rompió ella el silencio, su voz tan baja que casi se confundía con el murmullo de la calle—. Ya no pienses más…

Él levantó la cabeza lentamente, los ojos entrecerrados por la mezcla de dolor y desconcierto.

—¿Creés que eres tú la que le hace daño a Emma?—preguntó con un tono que no era de reproche, pero sí de una herida que empezaba
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