Brenda
Casi había caído la noche. Las luces del casino "Imperio" ya estaban encendidas cuando bajé del coche, el asfalto brillante de la tarde reflejaba la sombra de mi cuerpo, y no pude evitar sonreír ante la familiaridad del lugar. El sonido de la música suave de fondo, el murmullo constante de las conversaciones, las fichas chocando entre sí... Lo había extrañado, aunque no lo admitiera.
No era solo el trabajo, no era solo el dinero. Era el poder. La sensación de que el "Imperio" no funcionaba sin mí.
La entrada me recibió como siempre, con el eco de mis tacones resonando en la enorme recepción del casino.
Las chicas que aún estaban de pie, a la espera de su turno, tensaron sus cuerpos apenas me vieron. No necesitaba mirarlas para saber que ya me habían notado. Había algo en la forma en que me movía, en mi presencia, que decía todo lo que ellas ya sabían: yo era la jefa de este lugar. Y la última vez que alguien me desafió, ya no estaba trabajando aquí.
Mis tacones golpearon el su