Cindy
Era lunes, y el inicio de mi jornada me encontró con un nudo en el estómago que no lograba deshacer. La zona VIP siempre requería un poco más de cuidado, más sonrisas falsas y, sobre todo, más paciencia. Me movía entre las mesas, recogiendo copas vacías y llevándolas a la barra mientras intentaba mantener el ritmo, aunque mi mente estuviera en otra parte.
Joaquín, el encargado de la barra, parecía genuinamente contento de verme ahí.
—Qué bueno tenerte de vuelta en esta zona, Cindy. Las cosas fluyen mejor contigo —me dijo mientras acomodaba unos vasos tras la barra.
Le respondí con una sonrisa automática, agradeciendo el cumplido, pero mi atención estaba lejos de sus palabras. Desde el momento en que Bruno Delacroix había llegado a la zona VIP, no había hecho otra cosa que buscar su mirada.
Pero no me miraba.
Desde el instante en que cruzó la puerta, vestido impecablemente como siempre, su presencia parecía dominar el lugar. Su postura relajada, pero llena de autoridad, hacía que