Cindy
Pedimos más bebidas, y la conversación fluyó con facilidad. Su nombre era Brayan y parecía tan interesado en escucharme como en compartir detalles sobre sí mismo. Era refrescante, casi… normal, en el mejor sentido.
Rocío se nos unió en algún momento, lanzándome una mirada de complicidad mientras se acomodaba en un taburete cercano.
—Definitivamente necesitaba esto —dijo, levantando su vaso en otro brindis improvisado.
—Por ti —respondí, sonriendo.
La copas comenzaron a subir a la cabeza, la noche seguía su curso, y Brayan parecía más interesado en mí de lo que me hacía sentir cómoda. Al principio, todo había sido divertido y relajado. Bailábamos al ritmo de una canción animada, y aunque sus movimientos eran algo cercanos, lo había tomado como parte del momento. Pero en algún punto, las cosas empezaron a cambiar.
Cuando me giré para seguir el ritmo de la música, sentí sus manos sujetándome un poco más abajo de lo necesario, su palma presionando mi cadera hasta rozar mis nalgas.