0.5

Cindy

Pedimos más bebidas, y la conversación fluyó con facilidad. Su nombre era Brayan y parecía tan interesado en escucharme como en compartir detalles sobre sí mismo. Era refrescante, casi… normal, en el mejor sentido.

Rocío se nos unió en algún momento, lanzándome una mirada de complicidad mientras se acomodaba en un taburete cercano.

—Definitivamente necesitaba esto —dijo, levantando su vaso en otro brindis improvisado.

—Por ti —respondí, sonriendo.

La copas comenzaron a subir a la cabeza, la noche seguía su curso, y Brayan parecía más interesado en mí de lo que me hacía sentir cómoda. Al principio, todo había sido divertido y relajado. Bailábamos al ritmo de una canción animada, y aunque sus movimientos eran algo cercanos, lo había tomado como parte del momento. Pero en algún punto, las cosas empezaron a cambiar.

Cuando me giré para seguir el ritmo de la música, sentí sus manos sujetándome un poco más abajo de lo necesario, su palma presionando mi cadera hasta rozar mis nalgas. Mi cuerpo se tensó, y sin perder la sonrisa para no llamar la atención, le agarré la mano y la subí discretamente.

—Ahí no —le dije con un tono firme, aunque aún trataba de mantener el ambiente ligero.

Él sonrió, como si pensara que era parte del juego, y continuó bailando, pero algo en su cercanía comenzó a incomodarme, era como si intentara manosearme. Unos minutos después, sentí cómo su cuerpo se pegaba más al mío, y fue imposible no notar lo evidente: su erección presionando contra mi trasero. El calor que antes me hacía disfrutar de la música se transformó en incomodidad.

Me giré rápidamente para enfrentarle.

—Ya no quiero bailar —dije. Él no se movió y yo le empujé.

Brayan no pareció captar la indirecta, o tal vez simplemente decidió ignorarla. Sujetó mi muñeca cuando intenté dar un paso atrás.

—Vamos. Todo estaba bien hace un momento —dijo con un tono que intentaba ser persuasivo pero que solo logró enfurecerme.

—Te dije que no quiero seguir. Suéltame.

Tiré de mi brazo, pero él lo apretó un poco más, inclinándose hacia mí con esa sonrisa que ahora me resultaba insoportable.

—No seas así…

Antes de que pudiera responder o intentar soltarme. Una mano firme se posó en el hombro de Brayan y lo empujó hacia atrás con fuerza.

—Te dijo que ya no quiere —dijo una voz conocida.

Me giré sorprendida y vi a Raúl, mi ex, plantado frente a Brayan con una expresión dura. Su mandíbula estaba apretada, y sus ojos lanzaban dagas.

—¿Y tú quién eres para meterte? —preguntó Brayan, enderezándose mientras soltaba mi brazo.

Raúl no respondió de inmediato. En cambio, se colocó entre nosotros, haciendo una barrera con su cuerpo.

—El que va a hacer que te largues si sigues molestándola —respondió finalmente, con un tono bajo pero peligroso.

Brayan no pareció tomárselo bien. Dio un paso hacia Raúl, y antes de que pudiera detenerlos, ya estaban cara a cara.

—Ella estaba bien conmigo hasta que tú te metiste —dijo Brayan, empujando ligeramente a Raúl.

—¿Ah, sí? Porque no parecía estar disfrutando mucho cuando te aferraste a ella como un maldito imbécil.

La tensión era palpable, y antes de que pudiera intervenir, Brayan lanzó el primer golpe. Fue rápido, directo al rostro de Raúl, quien tambaleó un poco pero se mantuvo firme.

—¡Basta, ya! —grité, intentando meterme entre ellos, pero Rocío apareció de la nada y me jaló hacia atrás.

—Déjalos. No te metas o vas a salir golpeada.

Raúl no se quedó atrás y respondió con un puñetazo que impactó el costado de Brayan. En cuestión de segundos, los dos estaban intercambiando golpes mientras la gente a su alrededor se apartaba o gritaba.

—¡Eso es suficiente! —gritó Toni, apareciendo con dos de sus empleados.

Entre todos lograron separar a los dos hombres, aunque ambos seguían forcejeando y lanzando amenazas.

—¡Los tres están fuera! —espetó Toni, señalándome también con una mezcla de enojo y frustración—. No quiero a ninguno de ustedes en mi bar otra vez. ¡Fuera!

No tuve tiempo de protestar antes de que uno de los empleados me tomara del brazo y nos guiara hacia la salida. Rocío me seguía de cerca, amenazando al tipo con que me suelte.

Mientras Brayan se alejaba. Por las amenazas de Rocío, Raúl se me acercó con aire de conquistador

—¿Estás bien? —preguntó, ignorando por completo mi expresión de desagrado.

—No necesito que me rescates, Raúl. Podía manejarlo sola.

—Claro que sí —respondió con sarcasmo, inclinándose un poco hacia mí—. Pero ese tipo no estaba escuchando, ¿o sí?

Antes de que pudiera responder, me forzó a un abrazo desesperado.

—Perdóname por favor, te necesito —dijo.

Por encima de su hombro vi un destello sutil, proveniente de un coche negro que permanecía en la penumbra. Lo vi, estaba segura. ¿Eso había sido un flash? Empujé a Raúl dispuesta a cruzar la calle y tocar el cristal de aquel auto. Entonces aceleró, pero conseguí reconocerlo. Era el mismo auto que me había traído cuando dormí en casa de Bruno.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP