Cindy
Día siguiente
Estaba sumida en un sueño profundo cuando sentí el crujir de la puerta de mi habitación. La luz del pasillo se coló por la rendija, molestando ligeramente mi rostro. Todavía medio dormida, escuché unos pasos suaves, seguidos por el aroma inconfundible de algo caliente y sabroso. Apenas abrí los ojos y me encontré con Rocío entrando con un plato en las manos.
—Levántate, que ya son las tres de la tarde —me dijo con ese tono juguetón que solo ella podía usar para regañarme sin hacerme sentir mal.
—Déjame en paz —respondí, entre sueños, girándome en la cama mientras abrazaba mi almohada. Pero el olor a berenjenas rellenas era demasiado tentador.
Rocío se acercó, ignorando por completo mi protesta. Se sentó al borde de la cama y colocó el plato justo frente a mí, invadiendo mi espacio de descanso.
—No te hagas la difícil. Come algo. Te traje berenjenas rellenas de carne. Están buenísimas.
Abrí los ojos del todo, sintiéndome como una niña a la que le acaban de quitar la