Bruno Delacroix
Justo cuando iba a responder, una risa cristalina rompió la atmósfera tensa del bunker. Mi mirada se dirigió hacia el origen del sonido. Cindy con dos de las chicas.
Thor también miró hacia ellas y dejó escapar una risa breve, cargada de sarcasmo.
Estaba con dos de las chicas encargadas de la logística, pero lo que realmente llamó mi atención fue el arco compuesto en sus manos. No cualquier arco. Era el arco personal de Thor.
El ceño de mi primo se frunció de inmediato. Su expresión pasó de la concentración al puro disgusto en cuestión de segundos.
—¿Qué demonios? —gruñó Thor, sus ojos clavados en Cindy mientras ella tensaba la cuerda del arco. Las chicas a su lado reían entre susurros, probablemente instruyéndola.
—¿Me estás diciendo que agarraron mi arco? ¡El mío! —Thor dejó caer el bolígrafo sobre el mapa y comenzó a caminar hacia ellas, sus pasos firmes, su mandíbula apretada.
—Déjala, Thor —dije, casi como una orden.
Thor giró la cabeza hacia mí, sus ojos