Cindy
El suave murmullo de la ciudad apenas llegaba a la suite, filtrado por los ventanales que daban al balcón. Me desperté lentamente, sin abrir del todo los ojos, envuelta en las sábanas más suaves que había sentido en mi vida, como si estuviera durmiendo en una nube. La cama tenía ese mismo olor inconfundible de las cosas de Bruno, limpio, caro, inalcanzable.
Giré la cabeza hacia el balcón y lo vi. Bruno estaba sentado allí, con una taza de café en una mano y un periódico en la otra. Su postura era relajada, pero todo en él irradiaba autoridad incluso cuando no hacía nada. Llevaba una camisa blanca ligeramente desabotonada y pantalones oscuros; su look casual, aunque impecable, lo hacía verse tan sexy que tuve que morderme el labio.
El sol de la mañana lo bañaba, destacando los ángulos de su rostro. Entre el periódico y el café, su atención parecía concentrada, pero su mandíbula ligeramente tensa le daba ese aire rudo que siempre llevaba consigo, como si incluso en los momentos