Martín sintió el peso de todo lo que acababan de descubrir caer sobre sus hombros como un bulto de papas. Durante unos segundos, solo escuchó el propio pulso en los oídos, como si su cuerpo quisiera sacarlo corriendo de esa realidad que acababa de romperle los esquemas.
Pero no se movió. Ni siquiera intentó entenderlo del todo. Se dejó caer en una silla, soltando un suspiro que parecía arrastrar años de ingenuidad y lealtad mal depositada.
—Miguel tiene que saber la verdad —murmuró, apoyando los codos en las rodillas y enterrando la cara entre las manos—. Tiene que saber todo… incluso que Sofía fue quien lo salvó. Él ha vivido creyendo que le debía la vida a Clara… creyó que le debía su futuro, su éxito, todo lo que es… —Se detuvo, sintiendo cómo su garganta se cerraba—. Y todo ese amor, toda esa devoción… estuvo construida sobre una mentira.
Alzó la vista, pero sus ojos no tenían un punto fijo. Su mente buscaba fragmentos de recuerdos, momentos donde había defendido a Clara, donde ha