El rugido de los motores era un latido constante que resonaba en el pecho de Sofía. El ambiente en el circuito estaba electrizado, cargado de la tensión palpable de una de las carreras más peligrosas de la temporada.
Curvas cerradas, rectas donde se alcanzaban velocidades demenciales y un historial de accidentes que ponía los nervios de punta a cualquiera.
Sofía, con los nudillos blancos al aferrarse a la barandilla, no apartaba la vista del auto número 17. A su lado, Vivian sostenía a Lilly, quien agitaba un pequeño banderín con los colores de Sebastián. Natalia, saltando de emoción, no dejaba de señalar cada vez que el auto plateado pasaba como un relámpago frente a sus gradas.
—¡Ahí va! ¡Ahí va el hombre guapo! —gritaba, y su entusiasmo era tan contagioso que incluso Sofía lograba esbozar una sonrisa tensa.
En una silla VIP, justo al lado de ellas, Dimitri observaba la carrera con una sonrisa de satisfacción. Sebastián había cumplido su palabra. El ex de Clara, ahora un aliado pecu