📍 Villa Leone — El regreso tras el entierro
La procesión había terminado. El cementerio aún retumbaba en el pecho de Greco como un eco imposible de silenciar. Cada palada de tierra sobre el ataúd le había desgarrado el alma, y aunque el mundo entero se había vestido de negro, él sentía que era su propio corazón el que había sido enterrado.
De regreso en la villa, el silencio era sepulcral. Solo el sonido de los pasos sobre el mármol acompañaba el regreso de la familia. Nonna entró del brazo de Lorenzo, Luciana llevaba los ojos rojos de tanto llorar, y Dante caminaba detrás de todos, con el rostro serio, cargando aún el peso de haber visto a su jefe derrumbarse frente al ataúd.
Greco, con el brazo derecho vendado y en cabestrillo, subió lentamente la escalera hacia su habitación. Cada paso era un tormento, no solo por el dolor físico, sino por la ausencia que lo perseguía.
Cuando entró en la recámara, pidió en voz ronca:
—Quiero que mis hijos duerman conmigo esta noche.
La niñera, con