—¿Quién… eres? —su voz apenas fue un susurro.
El hombre sonrió, y esa sonrisa era un veneno dulce.
—Soy tu esposo. Soy Mikhail. —Tomó su mano con delicadeza, como si temiera romperla—. Estuviste en un accidente… pero volviste a mí. Eso es lo único que importa.
Arianna intentó recordar. El dolor en su cabeza era insoportable. Vio imágenes difusas: luces, una cena, risas… y después, nada.
—¿Mi esposo? —sus ojos se llenaron de lágrimas—. No recuerdo…
Mikhail sacó una caja de la mesa junto a la cama. Dentro había fotografías: ellos dos en cenas, caminando bajo la nieve de Moscú, en playas desiertas. Montajes perfectos.
Ella se vio sonriendo en esas fotos, en brazos de él.
—¿Esto… esto somos nosotros?
—Siempre, Arianna. —Él acarició su mejilla—. Nos prometimos amor eterno. Y aunque la vida quiso arrebatármelo, aquí estás otra vez.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas.
—Perdóname… no recuerdo nada.
Mikhail sonrió con ternura venenosa y besó su frente.
—No tienes que recordar. Solo tienes q