La llamada llegó a las once y diecisiete de la noche.
Valeria estaba despierta.
No porque no pudiera dormir, sino porque había aprendido que en esa guerra el silencio siempre precedía a algo peor.
El número era desconocido.
Contestó sin dudar.
—Sabía que lo harías —dijo la voz al otro lado—. Siempre has sido valiente… o imprudente. Aún no decido.
Valeria cerró los ojos un segundo.
—Habla —respondió—. O cuelga.
El hombre sonrió. Podía oírse en su tono.
—Directa. Me gusta eso de ti. Siempre me gustó.
—No me conoces.
—Te conozco desde antes de que Blackwood decidiera convertirte en su debilidad.
Eso fue un golpe calculado.
Valeria se enderezó.
—¿Qué quieres?
—Ofrecerte algo que él jamás podrá darte —respondió—. La verdad completa.
El silencio se estiró entre ambos.
—Mañana —continuó—. Sin escoltas. Sin micrófonos. Sin él. Un café, como personas normales.
—¿Y si digo que no?
—Entonces seguirás siendo una pieza protegida… pero nunca libre.
La llamada se cortó.
Valeria se quedó mirando la p